Notas de Opinión

El Periodismo en las calles en Argentina: debate enriquecedor que forma conciencia ciudadana

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La llegada de una fecha clave para la Ley de Medios y la prensa, estimula cada vez más el debate sobre el periodismo en la Argentina. El cruce entre el Gobierno de la Nación y el Grupo Clarín ya había ayudado a despertar el interés de los ciudadanos por un tema que, por décadas, permaneció cerrado en sí mismo y que hoy parece haberse popularizado entre los argentinos.

 

 Se acerca el famoso 7D y la Argentina se acerca también a lo que parece ser el momento de su historia en el que más se discute sobre periodismo, un tema no tan fácil como fútbol o atractivo como gastronomía, pero que justamente por eso se constituye en intelectualmente mucho más desafiante. Aunque sean numerosos los detalles y pormenores de este oficio, los argentinos parecen estar cada vez más enterados o mínimamente al tanto del proceso de producción de información en el país.

La explícita pelea entre el Gobierno y el Grupo Clarín, acentuada por el acercamiento de la fecha clave para el cumplimiento del artículo 161 de la Ley de Medios, expuso los entretelones de diarios, revistas, canales de televisión y estaciones de radio; no solamente en lo relacionado con las noticias, sino también con el delicado juego de fuerzas entre directores, editores y reporteros, con las decisiones editoriales y con los intereses económicos de los grupos que están por detrás de los títulos. O sea, temas con los que la mayoría de los oyentes, televidentes, lectores e internautas no están acostumbrados a lidiar o sobre los que tampoco suelen informarse.

En una edición especial de la revista Sudestada sobre “El periodismo en la era K”,  el filósofo, politólogo, ensayista y profesor de la Universidad de San Martín Dante Palma afirma: “Tal confrontación significó un quiebre cultural y una forma de interpelar a la profesión. Comenzaron las preguntas acerca de qué es ser un periodista, a quién representa, a qué tipo de deontología debe responder. Asimismo, se complejizó esa visión binaria que suponía que el periodista era la voz de la sociedad civil frente a un único poder: el de los gobiernos. Hoy el poder está en otro lado y eso ha desorientado al periodismo a tal punto que la profesión misma está puesta en tela de juicio”.

El debate acerca del periodismo está tan difundido que no es raro escucharlo al pasar, aunque no sea el eje de la conversación. Esté uno en las calles de Buenos Aires o de Tilcara, casi en la frontera de Bolivia, uno puede encontrar gente que tenga una opinión sobre el asunto. En la Capital Federal, si uno se toma un taxi, conoce a alguien en el colectivo, escucha una estación de radio de música o compra un pan en la confitería, no será nada raro que, en un comentario trivial, el interlocutor, en algún momento, mencione directa o indirectamente una nota de La Nación, de Página 12 o la edición del último domingo de Periodismo para Todos. Esto no quiere decir que todos se hayan vuelto expertos sobre la materia y que la pelea entre Clarín y el Gobierno interese a todos los argentinos. Sin embargo, por lo menos el tema hizo abrir la caja negra de la producción de contenido en las redacciones.

 

 “Hay un cambio en el periodismo que también afectó la población en general. Antes de que se rompiera la alianza entre Kirchner y Clarín, difícilmente los periodistas criticaban a otros colegas.  (…) Hoy la libertad de opinión se profundizó, se debate más entre los periodistas y los lectores y escuchas. Los medios dejaron de ser cotos cerrados a los que sólo cuestionaban ‘los especialistas’. Una parte de la sociedad hizo un aprendizaje en relación a cómo ‘leer’ los medios”, dice, en la misma edición de Sudestada, el periodista Gerardo Yomal, conductor del programa de política El Tren, en la Radio Cooperativa.  

Es que todo se ha vuelto tan público, abierto y claro, que todos saben quiénes están de cada lado, derrumbando la antigua e hipócrita máxima periodística de la neutralidad e imparcialidad del periodismo. La fuerte decisión sostenida por este Gobierno, pero que en realidad es resultado de una lucha de múltiples actores sociales que empezó tras el fin de la última dictadura, contribuyó para que todos tuvieran que elegir un lado, aunque no estén 100% de acuerdo con los métodos empleados y con los resultados alcanzados por el oficialismo o la oposición. Es decir, al elegir un lado no significa que uno necesariamente crea que el periodismo de C5N o de TN sea el ideal o que revele toda la verdad. En realidad, sí, muchos lo creen, pero otros que siguen estos medios no siempre están totalmente conformes con lo que dicen Lanata, Feinmann, los panelistas de 678 o de Duro de Domar.

El costado negativo tiene que ver con que esta toma de posición hizo que muchos medios a veces perjudiquen la materia-prima principal del periodismo: la información. El resultado son noticias tergiversadas, intencionalmente incompletas y la ausencia de uno de los presupuestos básicos del oficio: dar el mismo espacio y escuchar a ambos lados. Lamentablemente, la consecuencia muchas veces son notas que no cumplen el rol de informar, sino de presentar apenas una mirada distorsionada y lejana de la realidad. Por otro lado, vivimos en una época en la que el progreso de la tecnología pone a disposición de la gente múltiples fuentes de información, de modo que muchos pueden elegir y buscar otras voces que representen sus ideas o que, por lo menos, les puedan agregar más contenido para intentar formar sus opiniones por sí mismos. 

La mirada crítica hacia el periodismo nacional se convirtió para muchos en un ejercicio de ciudadanía. Por lo tanto, para nada se justifican las críticas sobre los límites a la libertad de expresión en el país. Además de circular libremente entre las charlas de la gente, el periodismo se encuentra en un nivel de apertura que permite la manifestación de todos los tipos de opiniones, muchas veces sin el freno recomendado por el sentido común. Así como los ejemplos de legitimidad de opinión son muchos, tampoco escasean los de falta de civilidad y respeto. Solamente en un país en donde la libertad de expresión no tiene fronteras, una revista semanal del alcance de Noticias puede ilustrar su tapa con un dibujo de la Presidenta de la Nación en un momento de gozo, inclusive aclarando eso en el título que presenta un reportaje (?) sobre la supuesta erotización del poder atribuida a Cristina Kirchner. Lo mismo vale para un diario de la importancia de Página 12, que estampa en su tapa la foto del rostro del jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires con el título en letras grandes: “Violador serial”, tras el veto de Mauricio Macri a la ley de reglamenta el aborto no punible. ¿Se puede hablar de censura a la libertad de expresión? ¿O en la Argentina, muchas veces como en Brasil, la libertad de prensa se confunde con la libertad de empresa, cuando uno quiere manifestar algo más allá de una simple opinión, por ejemplo una agresión, un escrache, o cualquier otra cosa relacionada a sus intereses económicos y políticos?

Todavía hay problemas y dudas sobre el tema de las concesiones de nuevas licencias para que muchos medios empiecen a operar o legalicen su situación. Resta hacer incontables ajustes legales y revelar aún más las complejas entrañas económicas de los negocios relacionados con la prensa, o sea, un largo camino hacia el fin de los monopolios mediáticos en la Argentina y hacia la verdadera democratización de la información. Pero las conquistas ya logradas por una gran parte de los argentinos con su lucidez, conocimiento e interés sobre la producción de noticias es un paso que pone a este país al frente de muchos otros más desarrollados económicamente en lo que tiene que ver con la conciencia política y ciudadana. 

María Martha Bruno, Periodista

Departamento de Comunicación CECREDA

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