Notas de Opinión

La libertad es de todos y para todos (segunda parte)

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Por: Natalia Mentil – Analista de CECREDA

 

El oficio del periodista y la necesidad de establecer un Código de Ética Profesional del Periodismo en la Argentina

El espíritu del periodista, al menos idealmente, está movilizado por la búsqueda de la verdad. Él tiene una gran responsabilidad hacia la sociedad en su conjunto como comunicador. A raíz de ello cabe preguntarse: ¿Qué sucede cuando la información se convierte en mercancía y los medios de comunicación masivos se definen como uno de los principales negocios en términos de poder económico? ¿Qué sucede en este contexto con la información de acuerdo a si un medio se ve beneficiado o no con las políticas del gobierno de turno? 

Ya todos conocemos que los medios de comunicación masivos son los grandes constructores de la realidad y generadores de opinión pública. Éstos juegan un rol muy importante sobre los cambios sociales de un país. Ahora bien, si un periodista descontextualiza una noticia o un fragmento de un discurso ¿estaría faltando a la verdad? Esta respuesta se puede discutir, pero lo que no quedaría en dudas es que estaría desinformando y faltando al compromiso que tiene para con la sociedad. 

Por otro lado, mucho se ha hablado sobre el tratamiento de la información en relación a la “militancia política” de los periodistas. Vemos programas como 6-7-8 de la televisión pública, que explicita su tendencia ideológica y perfil editorial, mientras que del lado opuesto encontramos a Todo Noticias del Grupo Clarín, quienes lo hacen de manera contraria. ¿Esto estaría acorde a los valores de un periodista? ¿Serían más objetivos en cuanto al tratamiento de las noticias si manifestaran su postura partidaria? ¿Éstos siguen sus propios principios o se acoplan a los mandatos del medio en el cual se encuentran trabajando? Es por eso que considero que el rol del periodista juega siempre un papel crucial en todos los planos de la sociedad.

Todas estas preguntas tienen sus respuestas de una manera relativa y no concreta. Y esto se debe en parte a que no existe un código único y consensuado respecto al oficio y ética del periodista en la Argentina. Conocemos cuestiones ya definidas tales como el plagio y casos en los que se devela la fuente de información (los cuales tienen sanciones penales y civiles). Pero existen cuestiones “blandas” que necesariamente deben ser tenidas en consideración dentro de un Código Ético Profesional del Periodista que sea consensuado y definido. Definir la calumnia, la injuria, la insinuación maliciosa es parte de aquello que puede llegar a “bordear” un periodista en su quehacer profesional diario. 

Existe un Código Internacional de Ética Periodística de la UNESCO que data de 1983, el cual define en 10 puntos las consideraciones y faltas en que no deben incurrir los periodistas. Entre estos puntos destaca la información verídica que el pueblo como derecho debe recibir, la objetividad y la integridad, entre otras cuestiones. En la Argentina, al no haber un vasto cúmulo de conocimiento por parte de los jueces ante pleitos judiciales que involucren a medios de comunicación en demandas como “faltas al honor” de una persona, siempre se acudía a universidades para que intervinieran como peritos en la causa. Un comunicador que siempre fue invocado para estas acciones fue Pedro Naón Argerich, quién logró en su momento que la Cámara Criminal y Correccional de la Ciudad de Buenos Aires creara en su registro la especialidad pericial “Periodismo de Artes y de Técnicas Publicitarias”. Una cuestión que destacó este comunicador es que la mayoría de los ciudadanos que salen de la escuela no ingresa nunca a la universidad, por lo que todo lo que aprenden luego sobre avances científicos o sociales pasa a ser función de los medios. 

De aquí la importancia de que se implemente un Código de Ética Profesional del Periodismo, que actúe como un reglamento, definiendo sanciones ante faltas en la profesión. Sería importante que fuera creado y seguido por medios de comunicación que voluntariamente se sumen al proyecto y que estos mismos funcionen como un Concejo a la hora de analizar faltas y sanciones ante el incumplimiento del código. Deberían poner un foco especial a estas cuestiones “blandas” que mencionaba anteriormente, como lo son la prensa amarillista, la insinuación maliciosa y con doble sentido, la sobre-información que tenga como objetivo confundir a la sociedad y la descontextualización de la información, entre otras faltas. Por otro lado, parte de la sanción debería contemplar la retractación pública y la corrección de la información por parte del mismo periodista que la difundió. 

Esperemos que la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual motive a los medios de comunicación y a los periodistas a debatir y crear este código protegiendo esta prestigiosa profesión, y más aún, en este proceso de cambio y fortalecimiento que está atravesando nuestro país.

 

 

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