Su extenso territorio, su diversidad de climas y recursos erigen a la Argentina como uno de los países con mayor potencial para el desarrollo de energías renovables en la región. Los combustibles fósiles o tradicionales (petróleo, gas o carbón) son la principal fuente de energía utilizada en la actualidad, aunque sabido es que su uso produce emisión de gases dañinos para el medio ambiente y que indefectiblemente algún día se agotarán.
Con esa certeza, la necesidad de buscar alternativas comenzó a ganar cada vez más terreno, y en los últimos años se logró un avance importante en el desarrollo de combustibles no contaminantes.
Según un estudio del Centro Estratégico para el Crecimiento y Desarrollo Argentino (Cecreda) publicado a fines de 2013, en los últimos años se dieron grandes pasos “para desarrollar una política de Estado para el sector de las energías renovables”. En ese sentido, la Ley 26.190, reglamentada en 2009, jugó un papel fundamental. La ordenanza declara a la utilización de combustibles renovables de interés general y establece que en 2016 un 8% del suministro eléctrico nacional deberá provenir de fuentes renovables.
“Hay grandes capacidades para las energías renovables. Argentina cuenta en la Patagonia con recursos eólicos inagotables. A su vez, en el noroeste hay numerosos días de sol fuerte al año para la energía solar, mientras que la zona cordillerana posee una gran cantidad de sitios para la energía geotérmica. Allí también, y en provincias como Córdoba, existen condiciones buenas para las instalaciones hidroeléctricas”, destacó en su análisis el Cecreda.
De todas ellas, según expertos, la eólica requiere menos inversión y representa menores riesgos financieros. Por eso, en 1994 el país ya contaba con el primer parque eólico, en Comodoro Rivadavia, Chubut. Aunque su explotación recién comenzó a dar frutos en 2011 debido a que el tendido de cables de alta tensión no estaba preparado.
Esta tecnología consiste en aprovechar las corrientes de viento mediante las aspas de los generadores eólicos para transformarla en energía eléctrica. Para que funcione con eficiencia, se necesita una velocidad del viento superior a los 30 kilómetros por hora, situación que coloca al país con un gran potencial de desarrollo, con regiones como la Patagonia y la Costa Atlántica que incluso superan esas condiciones. Los especialistas coinciden en que esta tecnología, en su máximo desarrollo, podría suplir el 35% de la demanda eléctrica actual.
Si bien aún representa un porcentaje acotado, entre 2003 y 2012 se registró un incremento de potencia instalada del 435%. Cifra que responde a la reciente puesta en marcha del Parque Arauco, en La Rioja; y Loma Blanca, El Tordillo, Rawson, y Diadema, en Chubut. Todos ellos impulsados a través del Programa de Generación de Renovables (Genren) que ofrecía comprar 1000 MW de energías renovables mediante contratos fijos a empresas privadas a 15 años. En total, hoy se encuentran en funcionamiento 15 parques eólicos, y hay cinco nuevos en construcción.
Pero el Estado también pretende impulsar el desarrollo de combustibles alternativos que recién transitan sus primeros pasos. Un claro ejemplo es el trabajo que lleva adelante el Instituto de Investigaciones Científicas y Técnicas para la Defensa (Citedef), organismo dependiente del Ministerio de Defensa, y que utiliza el clima extremo de la Antártida, donde rigen estrictas normas ambientales, para probar y perfeccionar sus prototipos de fuentes de energía limpia.
Uno de ellos, el aerogenerador Ventus, bien podría catalogarse como un artefacto eólico, aunque éste posee una particularidad que lo diferencia, no tiene aspas, sino que está dispuesto en forma vertical y de espiral, característica que brinda la ventaja de poder aprovechar vientos de cualquier dirección. Además, por su pequeño diámetro, soporta los vientos huracanados típicos de esa región que derribarían a uno convencional. Con un largo camino aún por recorrer, el generador ya es capaz de producir energía por sí mismo. Probado en las últimas campañas antárticas, generó 1,5 kilowatts, dos menos que los necesarios para abastecer totalmente estaciones de medición alejadas. Precisamente ése es su próximo reto.
También probado en el continente blanco, los técnicos del Departamento de Energías Renovables del Citedef trabajan en perfeccionar la novedosa Pila de Hidrógeno, una batería que utiliza el gas hidrógeno como combustible y mediante una reacción química produce energía eléctrica. Y ya alcanzó con éxito los 100 Watts. Los dos prototipos encierran el mismo concepto, son desarrollos con presente, pero sobre todo con futuro, y que precisan de un trabajo sostenido a largo plazo para convertirse en realidades palpables y disponibles para su uso difundido.
Combustibles alternativos. En la sinuosa búsqueda de combustibles alternativos también se interesó el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI). En este caso, su objetivo radica en disminuir el impacto ambiental que generan los aviones. Su centro Aeronáutico-Espacial pretende avanzar con el desarrollo del biojet, un biocombustible que combina petróleo con componentes no fósiles. Se proyecta que su utilización reduzca el impacto ambiental de la actividad aeronáutica en un 50% para 2050. El proyecto planea ensayar su implementación en laboratorios de Aerolíneas Argentinas e incorporar el combustible en vuelos de prueba y, finalmente, en vuelos comerciales.
Si bien posee una disponibilidad variable, por su parte, la energía solar representa una fuente inagotable de energía limpia. Según estudios, 11 de las 23 provincias tienen alto potencial para la instalación de paneles solares fotovoltaicos. Su utilización resulta clave para electrificar emplazamientos alejados, como viviendas rurales o alumbrado público en las rutas. A su vez, la implementación de esta tecnología evita un costoso mantenimiento de líneas eléctricas en zonas de difícil acceso y posee un riesgo de avería muy bajo.
Con esas condiciones, su explotación resulta apropiada para mejorar la calidad de vida de los pobladores rurales y así disminuir su emigración hacia zonas urbanas. En ese sentido, el Plan Nacional de Energías Renovables en Mercados Rurales (Permer) surgió como una atractiva oportunidad de suplir la falta de electricidad en sectores alejados y al mismo tiempo incentivar el uso de energías renovables.
El plan, que lleva más de dos años desde su lanzamiento, está dirigido a viviendas y establecimientos de servicios públicos rurales dispersos, sobre todo escuelas, puestos sanitarios, e incluso puestos de Parques Nacionales o de Gendarmería, que no poseen acceso al servicio eléctrico a través del sistema de red. En esos casos, los beneficiarios reciben la instalación gratuita de sistemas de instalación solar. Se colocan dos paneles fotovoltaicos, una batería, un tablero de control, cinco lámparas de 18 watts, y disponibilidad para la conexión de una radio AM/FM.
Según datos de la Secretaría de Energía, el proyecto alcanza a “27.422 viviendas (abastecidas con sistemas individuales, 23.456 solares y 1.615 eólicos y 2.351 a través de mini redes), 1.894 escuelas y 361 servicios públicos”. Asimismo, “se proveyó de 307 sistemas solares de energía para uso térmico y de 188 sistemas solares de bombeo de agua a instituciones de servicios públicos, en su mayoría escuelas”.
El litio en la mira. Si bien el litio no es técnicamente una fuente de energía, es una pieza clave en las baterías que utilizan los artefactos eléctricos como las computadoras notebooks o los celulares, y se estima que será un insumo de alta demanda para los autos eléctricos. Muchos se animan a llamarlo “la materia prima del futuro”, otros, más audaces, “el oro del mañana”.
El prolífico mineral se encuentra en gran proporción en el agua del salar y es de extracción simple, por lo que se considera que el país posee yacimientos que equivalen al 20% del litio del mundo. Ese escenario captó la atención de la japonesa Toyota, una de las principales multinacionales del rubro automotor, que el año pasado inició, junto a una empresa nacional, la construcción de la primera planta industrial de litio en Argentina, en el Salar de Olaroz, Jujuy.
El país ya es capaz de producir baterías desarrolladas en base a litio y hoy se trabaja para destinarlas a los futuros equipos del Plan Conectar Igualdad. En mayo pasado, el Gobierno –a través de la Secretaría de Minería– presentó una iniciativa para lograr un acuerdo con Chile y Bolivia, principales productores del mineral. El objetivo es lograr una política común en producción, industrialización y comercialización que satisfaga la demanda mundial.
Fuente: http://beta.sur.infonews.com/nota/623