Notas de Opinión

Buenos y malos capitanes: la imperativa necesidad de regular los mercados del mundo

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La palabra “mercado”, ha sido usada muchas veces como una entelequia dispuesta a desvirtuar la importancia y trascendencia de sus verdaderos componentes: las personas. Personas comunes, que tienen que satisfacer como pueden sus necesidades más básicas y primitivas de alimentación, salud y educación.

 

El comportamiento de las personas (caracterizado desde la economía clásica bajo el parámetro de la supuesta «racionalidad económica») en general no se ajusta a las leyes de la oferta y la demanda. Las coyunturas específicas, especialmente en la actualidad en donde los procesos globalizadores generan un entrecruzamiento complejo de variables y procesos) modifican las leyes ortodoxas de los mercados; hasta las de la oferta y la demanda.

El tema es aun más complejo si consideramos las múltiples interpelaciones que sufrimos hoy en día como sujetos sociales: clientes/consumidores (desde el mercado), ciudadanos/vecinos (desde cierto discurso orientado a los que pagan sus impuestos); pueblo, gente, y la más actual «indignados» desde los medios pero también desde los mismos movimientos antiglobalización. Esos mismos indignados que luego necesitan subsistir y pasar a ser nuevamente «consumidores», si es que su situación económica se los permite. Como diría Discépolo, todo es un cambalache. Encontramos mezclados y alterados, hoy más que nunca, los valores.

Es verdad: bajo cierta tendencia, hoy culpamos a los mercados de todo: de la falta de divisas, de la aplicación o no de subsidios, del aumento de los precios, de las privatizaciones y hasta de las estatizaciones. Pero no es menos cierto que un mercado necesita ser liderado, regulado y hasta controlado, porque en este mundo tan desigual, todos los “ismos” son reduccionismos.

 

El actual gobierno argentino y en general todos los gobiernos de América Latina se han dado cuenta de esta necesidad de regulación del mercado. Y están profundizando en estos procesos. En Europa también saben de esta necesidad. Los líderes que orientan los mercados, forman parte de esta desastrosa crisis de valores. Basta hacer un repaso por los nombres de los líderes políticos de los países centrales de Europa como Francia, Italia, España, Alemania e Inglaterra. Prefieren obstinadamente seguir con la aplicación de recetas obsoletamente neoliberales que profundizan los efectos de la mano invisible. Dónde quedaron figuras como Churchill, De Gaulle, Gandhi, Golda Meir, nadie sabe. Hoy hablamos de Berlusconi, Zapatero. Cameron. Las comparaciones quedan para el lector. Esos dirigentes pelean por ver quién “hunde” primero a Grecia, para evitar ser arrastrados. Hoy los mercados son el “océano”; Europa es el “Titanic” y sus  tripulantes tratando de salvarse, los diferentes “países”.

La hipocresía de los líderes desborda en sus discursos; ni siquiera hay que tomarlos como lapsus en sentido psicoanalítico. Los mismos que abogan contra e proteccionismo y la intervención estatal, profesan frases como «los subtes en Paris no son privados y andan muy bien» o «EEUU protege y subsidia a su agricultores del Valle de California».

 

Si empezara a entenderse que el mercado no es un ente abstracto (aquella famosa «mano invisible») sino un conjunto compuesto por agentes con intereses, con diferencias de poder, y entre ellos personas (ya no consumidores) con necesidades se vería, como se está haciendo, lo imperativo de establecer regulaciones al mercado.

Por suerte, si en otros sitios de la tierra hoy tenemos malos marineros que generan por su propia lógica sus propias tormentas, en nuestro país hay algunos buenos capitanes, que a pesar de todo, corrigen, una y otra vez, el rumbo.

 

Lic. Jorge Joaquín Silva

Socio CECREDA

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