Hace unos días, en Chile, fue promulgada la Ley de retiro del 10% de los ahorros previsionales con el fin de aliviar los bolsillos ciudadanos, ante la crisis económica que trajo consigo la pandemia mundial. Sobre dicha política, surgen algunas preguntas como ¿cuál es la relevancia de la promulgación de esta Ley?, ¿qué nos puede decir de las condiciones sociopolíticas actuales y pasadas? Y ¿será, acaso, el comienzo del fin del modelo de administración de fondos de pensiones chileno (AFP)? Para dar respuestas a esas interrogantes, es inevitable tomarse la temporalidad como algo importante, puesto que pensar en un posible escenario futuro no podemos distanciarnos del pasado y el presente.
Un poco de historia sobre el modelo de pensiones chileno
El modelo actual de administración de fondos de pensiones en Chile surge con el Decreto de Ley Nº 3500, de noviembre de 1980, entrando en vigencia en mayo de 1981. El DL 3500 fue creado en plena dictadura militar de Augusto Pinochet, cuyo mentor fue José Piñera Echeñique, hermano del actual Presidente Sebastián Piñera.
José Piñera, quien era en ese momento el Ministro del Trabajo y Previsión Social, lideró el anteproyecto que buscaba cambiar el antiguo modelo de ahorro previsional basado en un fondo común de reparto, es decir, los trabajadores activos financiaban a los pasivos, al mismo tiempo que el Estado aportaba el 30% del fondo. A uno de capitalización individual obligatoria administrado por aseguradoras con fines de rentabilización, con base en la inversión en el sistema bursátil, en suma, los ahorros pasaron a ser administrados por especuladoras del sistema financiero, las cuales usaban esos fondo obteniendo rentabilidad y cobrando comisiones por la administración de los fondos por cada uno de los trabajadores.
Este cambio de modelo se enmarcaba en el proceso de ajustes estructurales de corte neoliberal en el país y en un proceso de cambio institucional, de hecho, se promulgó al mes del plebiscito que cambiaría la Constitución Política chilena, que hasta hoy sigue vigente y otorgándole una “legitimidad” institucional a la dictadura de Augusto Pinochet. Este ajuste estructural en el sistema de pensiones, vino a profundizar el conjunto de medidas del “experimento” neoliberal económico en Chile convirtiéndose en la promesa incumplida del paraíso latinoamericano.
Desde su promulgación, el DL 3500 ha, tenido diversas modificaciones o reformas, sin embargo la reforma más compleja y de mayor impacto fue en el año 2004, en el periodo del Presidente Ricardo Lagos. Proveniente del Partido Socialista, fue un acérrimo crítico de la dictadura militar, pero en la historia práctica, su Gobierno significó la profundización del modelo neoliberal. El año 2004 implementó una reforma al sistema de pensiones introduciendo los multifondos de ahorro previsional, permitiendo diferenciar fondos de ahorro según nivel de riesgo de inversión en el sistema financiero (fondos A,B,C,D y E, siendo el A el más riesgoso); además, introdujo un cambio en la fórmula de cálculo de asignación de las pensiones, es decir, una vez jubilándose un trabajador/a se le distribuía el pago de pensión calculando una expectativa de vida, que antes del 2004 era hasta los 85 años, ahora a 110 años de edad, bajando considerablemente el monto de las pensiones. Asunto que hasta hoy pesa en los bolsillos de la clase trabajadora chilena.
En el año 2000, el diario conservador, “El Mercurio”, titulaba: “Chilenos Se Pensionarían con El 100% de su Sueldo el 2020” [sic]. Asunto que hoy aún se espera. De hecho, en año 2013, la Superintendencia de Pensiones, órgano gubernamental contralor del sistema, afirmaba que a casi 30 años de instaurado el modelo de pensiones el promedio de jubilación era de 179 mil pesos chilenos, cerca de $230 USD actuales. Lo anterior conllevó a una movilización masiva de distintas organizaciones de la sociedad civil, llamando al fin del modelo de AFPs (Administradoras de Fondos de Pensiones), constituyéndose, así, el movimiento No + AFP. Hasta hoy realizan movilizaciones transformándose en una coordinadora no solo de presión, sino también propulsora de propuestas de reforma al modelo.
Las condiciones socio-políticas
El modelo neoliberal chileno ha sido profundizado desde los primeros ajustes estructurales en la década del `80 hasta la fecha. Ni las promesas de cambio desde las alas más “progresistas” de los Gobiernos de la Concertación de Partidos por la Democracia ni su versión 2.0 de la Nueva Mayoría han dado un paso fuerte y confrontacional al modelo. Que Presidentes hayan provenido de partidos políticos autodenominados “socialistas”, nunca significó un proyecto efectivamente socialista, de hecho han propiciado la profundización del modelo, entonces cabe destacar que en el imaginario social no pueda hablarse de gobiernos de izquierdas, esto ha sido solo un espejismo construido en la arena partidaria y en la “politiquería” de poca monta.
No fue hasta fines del año 2019 que la sociedad chilena puso en jaque a la política tradicional con un estadillo que convocó hasta en los confines del territorio y se hizo escuchar a nivel internacional. Esto es relevante, puesto que vino a reconfigurar toda la escena política y se convirtió en un despertar transversal que al parecer solo es el comienzo. No quisiera detenerme acá, pues requiere un análisis con mayor profundidad, pero cabe considerar que la revuelta social, dura y pura, propició un escenario oportuno para cambios estructurales, como una coyuntura crítica no institucional. Transformándose en la evidencia de que los cambios son posibles cuando los patrones de comportamiento de las instituciones políticas no se ensamblan con los patrones de comportamiento de la sociedad, generando el espacio para que esas instituciones queden obsoletas, atrasadas.
En ese contexto, la ciudadanía chilena ya no volvería ser la misma, por lo menos eso parece. Quedó demostrado que 30 años de movilizaciones fragmentadas, marchas pacíficas, carnavalescas, no fueron suficientes para remecer el entramado institucional, el que ha ido generando mecanismos de autorrefuerzo para mantenerse en estabilidad, ¡a toda costa! Tuvo que venir la revuelta, el alzamiento con fuerza de catástrofe para que se escucharan las demandas sociales.
No solo el entramado institucional quedó en jaque, sino también la arena partidista que vio su zona de confort destruida, o al menos dañada, obligándolos, medios atontados, a reaccionar de alguna forma. Los partido políticos que “representan” el ala de izquierdas y centro se vieron cuestionados (hasta ahora), no vieron el golpe, evidenciaron su endeble estructura profundizando las grietas internas, fracturándola, casi en un sentido ontológico: ¿qué somos? ¿qué hemos hecho? ¿hemos representado a quienes hemos llamado representados?
En ese contexto se llegó al 2020, el escenario de crisis política se agudizaba, se empujó a punta de protestas y barricadas a un cambio estructural. Se veían resultados, la política se vio acorralada, se empujó a un cambio profundo que implicó instalar en la agenda institucional el cambio de Constitución, el llamado a plebiscito. Todo viento en popa para la ciudadanía que buscaba cambios, todo negro para la clase política que se afirmaba de lo que podía para no terminar occisa. Hasta que llegó la pandemia, salvataje milagroso para un Gobierno que en las cuerdas recibía ganchos mortales, a pesar de la fuerte represión estatal.
El decreto de emergencia sanitaria confinó a las movilizaciones a sus casas, sacó de la calle la lucha social, convirtiéndose en un respiro para un Gobierno que estaba siendo, en una analogía futbolística, goleado en el primer tiempo. Sin embargo, la crisis social estaría lejos de irse. Ante el confinamiento y el cierre del comercio, por ende, cesantía, solo evidenció la debilidad del modelo económico chileno: un estado mínimo, sin capacidad de contención económica. La política del bono, de las cajas de mercadería paupérrimas, dio a luz un grito desesperado de contención real que hasta ahora no ha llegado.
Debido a la deficiente respuesta desde el Gobierno ante la crisis, fue desde la Cámara de Diputados que surgió el proyecto de retiro del 10% de los fondos de pensiones de cada trabajador/a. Iniciativa impensable por la clase política que creía y veía intocable esos fondos de pensiones ¡era impensable! La iniciativa tuvo apoyo popular, a contra todo pronóstico se aprueba en la Cámara de Diputados consiguiendo incluso votos favorables de diputados oficialistas. Cuestión que cambiaría el eje de fractura de comienzos del 2020, es decir, si las izquierdas venían fracturadas, en pandemia, la derecha nacional comenzaría a revelar sus propias grietas. Recibido el proyecto en la Cámara del Senado, se aprobó con votos de senadores oficialistas, un “K.O”. para el Gobierno y los partidos oficialistas. ¿Cuándo iban a pensar que se lograría crear una ley (aunque fuera transitoria) que “tocara” el modelo de pensiones? Entonces, en ese contexto, si bien es cierto que el retiro de las capitalizaciones individuales no significó el fin del sistema de pensiones, pero se transformó en una bandera de lucha contra lo establecido. Que se aprobara la Ley de retiro del 10%, significaba generar una fisura, una señal fuerte de que este sistema no es intocable. Finalmente, el 22 de julio se apruebó con un súper quórum (dos tercios de la Cámara del Senado) el retiro de los fondos. Golpe para el Gobierno y para el ala partidaria oficialista.
El comienzo del fin, ¿el fin de qué?
La proyección en política es débil, aunque se cuente con un gran número de datos y factores. De todas formas, intentar mirar el futuro es tentador.
La aprobación de la ley de retiro de fondos de pensión vino acompañada de celebraciones (desde la casa claro), cacerolazos y gritos de festejo en todo el territorio nacional. ¿Qué se vislumbraba en ese momento?, ¿cuál era y es la sensación al respecto? Creo que son tres cosas en cuanto al futuro:
Primero, la aprobación del retiro de fondo significa generar una fisura al sistema de pensiones. Un mensaje directo diciendo “no todo está dicho”, quizás Fukuyama le tiemblan los dientes con esto, pero el modelo basado en AFPs tirita y ve como sus regalías (para quienes especulan) corre peligro. Nunca se ha estado tan cerca (y ni tan cerca tampoco, mantengamos la prudencia) de poner en jaque a las aseguradoras y de quienes han defendido con dientes y uñas el sistema instaurado en el periodo de Pinochet. No cabe duda que la tendencia es a una reforma, ¿el plazo? no es posible asegurarlo, todo depende de lo que provenga del plebiscito de octubre de este año. Si gana el a favor del cambio de Constitución, más temprano que tarde vendrán tiempos de cambio estructurales.
Segundo, se viene una reconfiguración de la arena partidaria. La actual es insoportable. Los partidos de centro e izquierdas no cumplieron con su rol de representar las demandas sociales y presentar un programa que reestructure el modelo neoliberal que tanto han reclamado, sino tuvo que provenir desde la ciudadanía, como mandato popular. La izquierdas y socialdemócratas tienen una chance más de sobrevivir, nuevamente aparece, el horizonte del plebiscito, la oportunidad de aglutinar las demandas sociales y llevarlas a cabo. Por otro lado, los partidos oficialistas y conservadores no se ven con buen futuro, seguro dejaran de ser Gobierno por un largo tiempo, se fragmentarán hasta que surja un nuevo liberalismo que se adecúe a una sociedad post materialista. No se puede estar completamente que el Gobierno deslegitimado, inclusivo por sus pares políticos, logre terminar su periodo, al menos aparece la duda por pequeña que sea.
Tercero (no final, evidentemente) es el comienzo del fin del estatus quo, no sabemos si es mejor o peor, sin embargo el actual modelo es insostenible. El discurso más rupturista y optimista proveniente desde las calles afirman que el experimento neoliberal salvaje morirá donde nació, es decir, en Chile. Aún nada está dicho, sigamos observando atentos, quizás cuándo vendrá el golpe de gracias
Fuentes:
- Diario El Mercurio, sección Economía y Negocios, cuerpo B. 4/2/2000
- “Historia del Decreto de Ley Nº 3500”. Biblioteca del Congreso Nacional. www.bcn.cl
- Diario La Tercera online: “La historia del movimiento que convocó a miles de chilenos”. 25/7/2016. www.latercera.cl
Luis Trigo Soto
Cientista Polìtico,
Mg. en Investigación en Ciencias Sociales.