El inicio del nuevo año trajo el surgimiento del Plan “Precios Cuidados”. Ese plan, sumado a los cambios metodológicos acontecidos en el índice de precios al consumidor, ahora finalmente nacional, implican una decisión de las nuevas autoridades del Ministerio de Economía por influir activamente en el nivel de los precios y contener uno de los grandes problemas del ciclo económico actual: la inflación.
En los años que llevamos de gobierno kirchnerista el país se ha desprendido de la política de desindustrialización iniciada con el ascenso de la Dictadura Cívico-militar en 1976 y profundizada con el gobierno menemista primero, y de la Alianza después. Este modelo entró en crisis definitiva a partir de 1998 cuando Argentina comenzó un proceso de recesión que culminó con los tristemente célebres sucesos de fines de 2001. A partir de ese momento, durante poco más de diez años se ha visto un crecimiento económico constante y sostenido. Sumado a esto, el país mejoró en la mayor parte de los indicadores sociales, dentro de los cuales se destaca -por su importancia intrínseca y por la magnitud del cambio – el de desempleo, que se encuentra en niveles cercanos a lo que se suele denominar “desempleo friccional”. Sin embargo, este proceso no se ha visto exento de problemas, uno de los cuáles toma especial relevancia debido a su permanencia a través del tiempo: la inflación.
Pese a que los incrementos salariales -por lo menos los de la población que se encuentra registrada – durante estos años han sido más altos que cualquier medición de incrementos de precios, lo que redunda en un crecimiento del salario real, la inflación genera inconvenientes de competitividad y, quizás más importante, genera una sensación de incertidumbre en los consumidores que afecta al ciclo económico y a la vida de las familias.
Precisamente para combatir este incremento, y dicha sensación, es que el Ministerio de Economía lanzó el programa Precios Cuidados, puesto bajo la órbita de la Secretaría de Comercio de la Nación.
Múltiples causas para una consecuencia
El aumento de precios es un fenómeno que responde a múltiples causas, dentro de las cuáles las de índole psicológica no tienen una importancia menor. Como una profecía autocumplida, los comerciantes suponen que los precios van a aumentar, por lo que aumentan preventivamente. Los consumidores consumen al nuevo precio, lo que da pie a un nuevo aumento.
Es increíble como en Argentina cualquier coyuntura brinda una justificación en el aumento de precios. El incremento del dólar acontecido a fines del año pasado fue esgrimido como causa por las grandes empresas y los medios de difusión que les sirven de altavoz del salto inflacionario en los últimos meses. Todo esto en un país donde la mayor parte de las empresas tienen la mayor parte de sus costos en pesos. Asimismo este incremento impone un piso de las paritarias salariales para recuperar el poder adquisitivo – y mejorarlo en casi, o quizás todos los casos- . El fin de las negociaciones salariales brinda otra excusa para el aumento, debido al incremento de los costos laborales.
El juego de la inflación y los dueños del tablero
¿La inflación y los aumentos salariales no afectan entonces a estas ganancias de las grandes empresas? No tanto, debido a que debido a su productividad y capacidad de modernización continua, una parte relativamente menor de los costos totales se encuentra dado por los recursos humanos. Las grandes empresas nacionales y transnacionales terminan aumentando sus precios mucho más que lo que lo hacen sus costos. En el “toma y daca” son siempre ganadoras.
Otro cantar es el de las Pymes. En Argentina, como en buena parte del mundo, son las pequeñas y medianas empresas las principales generadoras de empleo, debido a que su productividad no está a la altura de las grandes empresas, sino que son “trabajo intensivas”. Por tanto es a quién más afectan y menos se benefician comparativamente de los aumentos salariales. Y en la Argentina, los problemas de las pymes son también problemas de los trabajadores.
Para que esta situación sea posible, es imprescindible que los consumidores la acepten como normal o -peor aún- inevitable. Si los consumidores no aceptaran consumir a determinados montos, las grandes empresas, únicas ganadoras en esta situación, se verían obligadas a retrotraer los precios y disminuir a términos más racionales la espectacular tasa de ganancia que vienen disfrutando.
El Estado quiere jugar
En este contexto es que la Secretaría de Comercio lanzó el programa en cuestión. El mismo contaba inicialmente de 194 productos a venderse en grandes cadenas de supermercados y durante la primer parte del año. El éxito del mismo provocó que se extendiera a más productos durante todo el 2014, y sumará más bocas de expendio, siendo las últimas incorporaciones los almacenes barriales y las ferias itinerantes.
Por supuesto que el programa no tiene la intención de regular todos los productos de diferentes marcas, tamaños y colores a comercializarse. Sería una tarea imposible y, seguramente contraproducente. El objetivo fundamental es provocar una certidumbre psicológica en los consumidores: el saber que podrán encontrar determinado producto a determinado precio. Esto promoverá asimismo, que los productos que compiten con éste, deban acomodarse para no quedarse sin cuota de mercado. El fin último es poder limitar las expectativas inflacionarias.
Para el éxito del programa es imprescindible que se cumplan dos condiciones: que los consumidores efectivamente encuentren el producto y que sean incluidas las marcas y productos más reconocidos, y no sólo las segundas marcas. En este aspecto, la Secretaría de Comercio puede mostrar resultados más que aceptables.
¿Triunfo, empate o derrota?
Para verificar el nivel de éxito final de este proyecto, se deberán aguardar por lo menos unos cuantos meses más todavía, por lo menos hasta que el desbarajuste provocado por el aumento del dólar -reiteramos, inexplicable si no es en el contexto psicológico argentino- pase. Por lo pronto, ya ha conseguido un relativo éxito, no sólo en la implementación técnica -productos y bocas de expendio- sino también en que se ha hecho un lugar en el conocimiento público, a diferencia de otros programas similares llevados adelante por el Gobierno Nacional, que han pasado sin pena ni gloria y de los cuáles a esta altura no recordamos ni el nombre, si es que acaso tenían uno.
Incluso el diario La Nación, en su edición del 23 de Abril, con su particular estilo debió admitir que las grandes empresas buscan poner más productos en el Plan, ya que eso le asegura mayor cuota de mercado. Es decir, los productos se venden. Solamente a grupos marginales -pero con gran peso mediático – se los escucha despotricar contra la creación -no contra su supuesto ineficiencia, sino la simple existencia – del programa, que lleva al punto de negarse a comprar productos que estén incluidos en el mismo por ser un programa “kirchnerista”. Afortunadamente, esta actitud irracional que supone que un producto de consumo masivo tiene militancia partidaria, es ínfima.
En definitiva, el Programa Precios Cuidados, junto con los cambios en el INDEC -que permitirán una medición real de la inflación, y por tanto brindarán las herramientas para entenderla y eventualmente controlarla-forma parte de una postura del Estado Nacional de intervenir activamente en la economía, regulando, y controlando para alcanzar los objetivos propuestos. Ya no se dejan las variables económicas a la decisión de una supuesta “mano invisible”, famosa analogía creada por el padre de la Economía Política moderna, Adam Smith. Mano invisible que, con las grandes empresas jugando, es más visible que nunca.
Cristian Silva
Analista de Cecreda