Lo que nos deja este primer escrutinio ciudadano. Las Primarias Abiertas Simultáneas Obligatorias (PASO), desarrolladas el pasado domingo, han interpelado tanto a los ciudadanos (asistieron a votar alrededor de veinticinco millones de personas en todo el país) como a los candidatos, quienes comienzan a entender que los votos no tienen dueño; que los votantes eligen ideologías y convicciones pero, fundamentalmente, optan por la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace.
También observamos que en las expresiones de algunos candidatos no se vinculan correctamente los términos “equipo” y “liderazgo”; a veces se plantean como cuestiones separadas, lo cual, a mi entender, es un grave error.
La eficacia en un equipo está dada por varios atributos, como ser la calidad técnica y humana de sus componentes, la sinergia positiva que se logra en la interacción con los mismos y la sintonía que se busca en interpretar los objetivos propuestos para llevarlos a buen término.
Ahora, todo eso resulta imposible sin un buen liderazgo que conduzca adecuadamente ese equipo, pareciera una cuestión obvia, pero se suele expresar a veces de tal forma que se confunde.
Creer que una República se gobierna únicamente con “equipos” es un tremendo error. También lo es suponer que se gobierna con liderazgos mesiánicos o -lo que es peor- con casi ningún liderazgo; y creo no exagerar en esto.
Hemos asistido a toda clase de arbitrariedades en las interpretaciones de lo que se entiende por “liderazgos”, desde comportamientos totalitarios como suponerse “fundadores” de una nueva República, pasando por aquél que suponía conquistar su voto ocultando sus verdaderas ideologías, y lo que es aún peor, aquel líder que daba a entender que el liderazgo en la política debía estar des-ideologizado y delegando su responsabilidad de conducir en un coacher .
Grave, muy grave en todos los casos.
Primero no debemos confundir “tipos” con “estilos” de liderazgos; de pronto pasamos de confundir el debate y la confrontación, con un nirvana que no conduce a nada; con no cambiar nada, a querer cambiar todo; y/o de aceptar la despenalización de la droga a prohibir el aborto. Y todo eso está mal. Pero podría estar bien, si estuviese contenido dentro de un estilo de liderazgo creíble.
¿Cuándo es creíble un estilo? Un estilo de liderazgo es creíble cuando tiene ideología, cuando se apoya en valores que se sostienen y no se cambian por conveniencia (esto es lo que más se cuestiona e interpela en el voto, en especial en el voto joven). El estilo es verosímil si el líder sabe evaluar el escenario en el que desempeña; es decir, que sepa tener tener “timing” o “cintura” a la hora de maniobrar adecuadamente, -en lugar de quedarse haciendo “piruetas” que su electorado no comprende-.
Al estilo creíble se le denomina, técnicamente, “flexibilidad” en el estilo a adoptar; lo otro, cuando ese dirigente no ha comprendido a su electorado, o lo ha subestimado, o no lo ha valorado correctamente, se lo conceptualiza como estilo “de deriva”.
En el estilo “de deriva” no hay valores, no hay convicciones, no hay ideologías, por lo tanto no es creíble. A su vez, el futuro del líder que lo encarne es efímero en el tiempo, aunque peligroso porque es muy manipulable.
Un político, como cualquier otro dirigente, se puede “coachear” a partir de las siguientes condiciones mínimas: valores, convicciones e ideologías.
Si recorremos en nuestra historia los grandes liderazgos de Latinoamérica y de Argentina, vamos a encontrar estas características de forma diversa y con diferentes estilos pero, sin duda, con figuras reconocidas.
A nivel Latinoamericano podemos hablar de Lula, Mujica, Morales, Castro, Chavez, Bachellet. Y si recorremos nuestra historia podemos encontrar a Hipólito Yrigoyen, Juan Domingo Perón, Raúl Alfonsín y, ya en nuestro presente Néstor y Cristina Kirchner.
Todos estos líderes muestran ideologías claras en las que se podrá acordar o discrepar, pero gracias a las cuales, pueden plantear su visión, la cual saben transmitir convincentemente a sus equipos, a sus pares y a sus circunstanciales adversarios. Por momentos, nos “encantan” como hacía el flautista de Hamelin, dado que a ellos los “alimenta” su profunda convicción en lo que transmiten generando así infinitos seguidores.
Esto que algunos periodistas -de forma irónica- denominan “epopeyas”, sin duda lo son y sólo los líderes son capaces de llevarlas a cabo y también de generar equipos que se “enamoren” de la idea y lo acompañen. Para aclarar más el concepto, se le denomina “epopeya” a hechos que se suelen llevar a cabo con extrema dificultad, y pregúntense ustedes mismos , y mirándolo en prospectiva, si estos líderes acaso no encarnaron, en su momento, hechos de esa naturaleza.
Finalmente los invito a recorrer la historia de nuestros líderes recientes y a comparar, y sobre todo a escuchar lo que nos dicen, y nos “quieren” realmente decir nuestros candidatos, a no temer a los cambios de estilo de algún candidato, al contrario; pero sí temer y mucho a la deriva de estilo de algunos otros.
Allí es donde el ciudadano debe defenderse con su voto responsable
Lic. Jorge Silva
Secretario de Capacitación