En Octubre se cumplen 12 años de la inauguración del modelo productivo que marcó el quiebre del modelo Neoliberal instaurado por el gobierno militar del ’76 y su continuación por medio de los ’90, junto a la alineación de las políticas públicas al Consenso de Washington.
La convertibilidad y la apertura económica a la oferta internacional significaron un período de escasa inflación a costas de un gran retroceso en la industrialización nacional y la distribución del ingreso. En el año 2001 el modelo neoliberal mostró sus límites y produjo unas de las crisis más fuertes de la historia del país, ésta desembocó en un cambio radical del signo político y la entrada a un modelo de crecimiento nacional e inclusión social. La devaluación necesaria de la moneda nacional, junto a otros factores como la puesta de las políticas de redistribución de ingresos en el centro del escenario económico, el incentivo a una recuperación de la industria nacional, entre otros, demostraron realizar una fuerte recuperación de la economía nacional, la cual mostró un crecimiento a “tasas chinas”.
Sin embargo, la puja distributiva que surge de la resistencia de los capitalistas a perder terreno frente a los trabajadores, el sucesivo aumento de los precios de los bienes importados debido a las recurrentes devaluaciones, sumado a la intervención del organismo de estadísticas nacionales (INDEC) y el fuerte crecimiento económico, desembocaron en un proceso inflacionario que dominó la última década. La presión de la inflación en la economía llevó a que en el último año se decidiera ejercer un set de políticas, con el objetivo de producir una desaceleración de la misma, estas medidas funcionaron con una eficacia aceptable. Según el órgano público, la inflación mensual en los primeros meses del año llegó a la unidad, mientras el promedio de 2014 ronda por los 2,4 puntos. En cuanto a las estadísticas privadas, el índice mensual está en torno al 1,5 por ciento, quedando una inflación semestral acumulada del 11%, mientras que el primer semestre de 2014 mostraba 22% acumulada.
La iniciativas “Precios Cuidados” y “Red Comprar” generaron un impacto positivo frente al monopolio de las grandes cadenas de distribución y comercialización que creaban una gran concentración de los formadores de precios. Mediante esta estrategia -que permitió una mayor competencia del retail minorista y una mejor distribución de la información de precios y calidades- el avance de los precios a los consumidores finales frenó considerablemente.
Agreguemos, también, que la confianza en los controles de gobierno hacia el no traslado de los aumentos salariales acordados en las paritarias a los precios finales, produjo una desaceleración a la espiral inflacionaria.
Los empleadores están incentivados a trasladar los aumentos salariales a los precios para mantener la tasa de retornos constante, lo que implica un círculo vicioso inflacionario. De esta forma, una mayor confianza en las políticas del Estado y en los organismos estadísticos genera paritarias estables con menor volatilidad en los precios, ya que existe una expectativa menor de inflación.
Estas nuevas negociaciones permiten que el aumento del salario real se mantenga y no sea transferido tarde o temprano a precios. Este efecto puede ser apreciado por la suba del consumo que se produjo en el primer semestre del año, el cual había sufrido un menor crecimiento en el año pasado, efecto del escaso crecimiento general del país. De esta forma, las nuevas estadísticas, privadas, públicas e internacionales, adjudican al 2015 una mayor tasa de crecimiento acompañada por el aumento del consumo final.
Por último, las relaciones bilaterales con China, los cumplimientos a plazo de la deuda externa a privados, entre otros, permitieron una mejor compostura de las reservas internacionales y la capacidad de mantener el tipo de cambio en un rango fijo. Esto significó un doble objetivo: en primer lugar, no generar un nuevo salto de la inflación cambiaria mediante el encarecimiento, principalmente, de los insumos industriales importados. En segundo lugar, que las expectativas cambiarias sean menos volátiles, por lo tanto, una menor expectativa por parte de los formadores de precios acerca del aumento de los mismos.
En conclusión, gran parte del proceso inflacionario de los últimos años estuvo causado mayormente por las expectativas, alimentadas principalmente por las sucesivas devaluaciones, el déficit público y la intervención de las estadísticas públicas. Las políticas activas del último año parecen revertir -en una medida aceptable- estas consideraciones, a sabiendas que, como cabe aclarar, los cambios institucionales necesitan de un tiempo prolongado de evolución para poder tener efectos persistentes en la sociedad. A su vez, las medidas de descentralización del comercio y una baja en el poder monopólico de los formadores de precios también generaron un impacto positivo en el proceso inflacionario. Si bien es cierto que se dio un gran paso para dominar la inflación, también es cierto que todavía falta mucho por avanzar, sobre todo en las cuestiones de generar una mayor inversión productiva, solucionar los problemas de la restricción externa y garantizar un proceso de diferenciación tecnológica, para así, poder llevar a cabo un crecimiento con baja inflación que pueda asegurar la sustentabilidad de políticas de redistribución del ingreso y desarrollo social.
Diego Martín Cuneo
Investigador de CECREDA