El pasado domingo 25 de octubre la presidenta de Brasil DilmaRoussef recibió de las urnas el voto de poco más del 51% de la población brasileña, asegurando así su segundo mandato. El resultado, bastante parejo con los votos dados al candidato AécioNeves (48% de los votos válidos), demuestra la tensión existente entre dos propuestas de país muy distintas.
Es importante resaltar que, si por un lado Dilma y el Partido de los Trabajadores vencieron la disputa del Poder Ejecutivo, por otro lado el Poder Legislativo (el cual renovó parte de ambas cámaras), retrata un Congreso Nacional una banca opositora al PT aumentada (aunque no mayoritaria) compuesta de miembros procedentes de los partidos y sectores más conservadores del país (militares, evangélicos y ruralistas entre otros).
El primer mandato de Dilma fue marcado por severas críticas provenientes tanto de la izquierda como de la derecha. Las manifestaciones de junio del 2013 y después las anteriores al Mundial de Fútbol 2014, tomaron el país con reivindicaciones difusas y muchas veces contradictorias reclamando pautas de la izquierda y de la derecha. A lo largo del mandato de la presidenta se vio en los medios muchas críticas a la conducción de la economía, a los programas de distribución de renta, al sistema público de salud y principalmente a la corrupción perpetradas por el Gobierno Federal. Al mismo tiempo, sectores a la izquierda del gobierno acusaban un programa de desarrollo industrial que menosprecia cuestiones ambientales y los derechos de los indígenas, que fue cobarde en el apoyo a las minorías que reivindicaban más derechos civiles, y que fue excesivamente abierto al diálogo con los sectores más conservadores de la sociedad.
Todo este clima de insatisfacción dominó gran parte de la campaña electoral y fue bastante bien aprovechado por la candidata que se auto-titulaba de la “tercera vía”, Marina Silva, quien buscaba reunir los deseos difusos de renovación, honestidad y protección al medio ambiente con desarrollo económico. Pasado el primer turno de las elecciones, Marina Silva, en tercer lugar, declaró su apoyo al candidato de la oposición AécioNeves.
A partir de este momento, quedaba al descubierto los dos proyectos de país que se opondrían en las urnas a fines de octubre. AécioNeves, gobernador del estado de Minas Gerais, apadrinado por el expresidente Fernando Henrique Cardoso, defendía el modelo neoliberal, el control de la inflación por medio de la subida de las tasas de interés, la manutención del sueldo de los trabajadores en una base interesante para los empresarios, la disminución del tamaño del Estado por medio de la privatización de empresas públicas y el reanudamiento de las relaciones comerciales con países desarrollados en detrimento al Mercosur entre otras. Específicamente en lo que refiere a la política exterior el equipo de Neves sostenía una postura menos “ideológica” asociada a la aproximación del Brasil a los BRICS y al fortalecimiento del Mercosur.
Neves recibió también el soporte de sectores más conservadores de la sociedad como los militares, los evangélicos, sectores empresarios, sectores vinculados al mercado financiero, los ruralistas, y la clase media en general, principalmente en el sur y sudeste del país que abrazaron la bandera del fin de la corrupción y leyes más rigurosas.
Para hacer frente a la investida de Aécio, la campaña de Dilma tuvo que explicitar una agenda que la izquierda criticaba por haberla dejado oculta hasta este momento. Dilma, amparada por el ex-presidente Lula, presentó las conquistas de la última década de los gobiernos del PT en lo que se refiere a la disminución de la desigualdad económica y social, la independencia nacional de acredores externos, el crecimiento económico y la distribución de renta que aumentó considerablemente el mercado consumidor interno, el sueldo de los trabajadores, y redujo el nivel de desempleo, el cual hasta ese momento era el más bajo en las últimas décadas. Además, la candidata a reelección adoptó una postura más clara de apoyo en lo que se refiere a las reivindicaciones de las minorías y a la participación popular. De esta forma, aseguró a los electores la manutención de las conquistas de la última década del gobierno del PT y apuntó hacia la reforma política y a transformaciones que los sectores de izquierda venían cobrando. En lo que se refiere a la política internacional, Dilma dio todas las señales de continuidad a sus relaciones con China y con el fortalecimiento del Mercosur.
El hecho de que Dilma, ya en la primera vuelta, haya recibido más votos que AécioNeves en Minas Gerais, estado natal del candidato opositor y gobernado por él, también fue bastante explorado en la campaña a lo largo del segundo turno. El resultado fue una victoria por pocos puntos de ventaja que explicita el nivel de división en que el país se encuentra. En su primer discurso después de la victoria, la presidenta resaltó la importancia de volver a unir el país alrededor del avance en temas comunes e importantes para todos los brasileños, pero el desafío que va a enfrentar en este segundo mandato no es pequeño.
El primer grande obstáculo será una mayoría conservadora en el legislativo. Las elecciones parlamentarias de este año aumentaron las bancas evangélicas, ruralistas, de seguridad y empresarial lo que presenta un escenario de dificultades para que el gobierno consiga la aprobación de reformas sociales importantes. La reforma agraria y la reforma política por ejemplo podrán ser impedidas en las instancias legislativas del poder.
Una muestra de lo que va enfrentar el Gobierno de Dilma a partir del año que viene ya empezó a aparecer en estos días post elecciones. El Congreso Nacional ya amenaza frenar el decreto presidencial que determina la Política de Participación Social. Este decreto presentado por la presidenta como respuesta a las manifestaciones de Junio del 2013, ya fue rechazado el pasado día 29 de octubre por la Cámara de Diputados y sigue ahora para el Senado, donde se espera un nuevo rechazo.
En el campo de la economía DilmaRoussef también encontrará desafíos para mantener el control de la inflación y ajustar las cuentas públicas, factores preponderantes para ganar la confianza de los inversionistas internacionales. Al mismo tiempo, la presidenta ya declaró su intención de mantener y reforzar un nuevo contexto económico internacional basado en las relaciones con los BRICS y el Mercosur frente al control de las relaciones económicas por el FMI. Se espera, entre otras cosas, que el acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y el Mercosur se efectivice una vez que los términos ya fueron presentados y quedan pocos puntos a ser superados.
Manuela Ferreira