En muchas situaciones, por expresar pertenencia política, se tilda de manera negativa a algunos periodistas. Si la manifiestan abiertamente o si exponen, de forma explícita, una posición referida a una temática de coyuntura son descalificados en su rol de informantes. Quienes los acusan afirman que la objetividad es posible. Es más, postulan que es el objetivo a alcanzar como comunicadores. Tal es el caso de Ignacio Ramonet, analista de la comunicación, quien declaró en una entrevista al diario Perfil que “si el periodismo es militante, no es información”.
También puede mencionarse al periodista Pablo Sirvén quien cree que los periodistas militantes hacen que cualquier noticia se vuelva favorable para su postura. Es necesario diferenciar la tergiversación de los hechos, lo cual condeno, de contarlos desde la propia visión.
Se debe partir de la base de que la total objetividad no existe. Es un invento para intentar dotar de prestigio al oficio. Históricamente la pretensión de distancia entre el periodista y los hechos caracterizó la profesión. Cada palabra, verbo, citas que un periodista decide escribir o decir, significa algo. Sentarse a redactar una nota implica una toma de decisión tras otra, desde informar determinado hecho, elegir un entrevistado en vez de otro o qué declaraciones hacer públicas. Cada rasgo de una nota refleja los pensamientos de quien lo escribe.
No es necesario estar afiliado a un partido político para hacer periodismo militante. Cada persona tiene sus valores, convicciones y un bagaje de experiencias que lo determina, que siempre son reveladas en su trabajo. Cada individuo de nuestra sociedad tiene creencias que lo condicionan, es imposible que no sea así. En algunas oportunidades quizás se dé cuenta del motivo de sus elecciones y en otras no. En caso de ocultar sus posturas se debe a una conveniencia propia.
Al respecto, en declaraciones a la Revista Colibrí, el periodista Javier Darío Restrepo, explicó: “La realidad separa como velos nuestras limitaciones para conocer. Las de los sentidos, limitados por múltiples factores; las de nuestros sentimientos que nos predisponen a favor o en contra; las emociones y hasta las condiciones espaciales y temporales que rodean al hecho y a quien percibe”.
Los trabajadores de este oficio deberían asumir que tienen convicciones y ser transparentes. Sobre esto, Restrepo opinó: “al periodista no hay que pedirle que sea objetivo, sino que sea honesto”. Por ende, en vez de intentar ocultar la propia subjetividad, cada periodista debería asumir la responsabilidad social de sus prácticas.
Hay quienes se autodefinen como periodistas militantes o bien, asumen esas experiencias que condicionan su mirada y no creen en la objetividad. Por ejemplo, en la televisión están más expuestas las opiniones, así es que los noticieros sufrieron cambios en los últimos años. Diariamente los profesionales manifiestan una posición sobre cada noticia y a su vez, la presentan como único análisis verdadero. De esta forma, comienzan a dejar de lado la distancia con el espectador, intentan construir un vínculo no jerarquizado.
Todo medio, tanto gráfico como televisivo, presenta una línea editorial que debe ser respetada por los periodistas que allí desempeñan su labor. Por ello, la total independencia, postulada tan abiertamente, es utópica. Asimismo, no siempre hay autonomía entre el periodista y sus fuentes. Ambos se necesitan. Uno requiere información y el entrevistado la ofrece para obtener exposición, incriminar a alguien u otro móvil. En el vínculo puede haber «afectos, desafectos, recelos y acercamientos», según explican Stella Martini y Lila Luchessi en el libro
Los que hacen la noticia. Periodismo, información y poder.
Un aspecto esencial es la responsabilidad social del periodista. Su rol es mediar entre los hechos y los ciudadanos. Tiene un compromiso con ellos de informarlos. Es necesario tener en cuenta que al informar se está transmitiendo la mirada propia sobre lo que sucedió. Cada noticia, como divulgación de un hecho para que sea públicamente conocido, contiene una valoración. Ésta puede ser consensuada entre emisor y receptor, o no. Hay riesgo cuando esto no es conocido y aceptado por ambos. Si medios y periodistas siempre fueran transparentes con sus convicciones, le brindarían la posibilidad de decidir cómo informarse y opinar.
Dentro de las empresas comunicacionales, hay una propuesta de organización de la información en secciones; esto implica una aceptación de un contrato de lectura entre emisor y receptor. En esas categorías se está ordenando la realidad según un determinado criterio. Éste debe ser conocido por quienes confían en esos medios para informarse.
Cada acción del hombre está impregnada de su subjetividad. No hay forma de escapar de ello. Los periodistas no escriben de forma independiente sus valoraciones. Es ingenuo reclamarles neutralidad en su profesión e imposible de practicar. Más allá de su orientación política, hay otros factores de la experiencia propia que guían sus decisiones al momento de informar a la sociedad. Una acusación a quienes admiten tener convicciones, no es válida ya que todos las tienen. La objetividad es un mito. Cumplir con la responsabilidad social que tienen, sí es una meta.
Romina Rodríguez
Analista de CECREDA