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La Banca siempre gana: ganancias absolutas en el sistema bancario argentino

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El sistema económico que marca el funcionamiento del mundo supone que el rol de un banco es fundamental para el desarrollo de un país. Esto surge de que los ingresos de los agentes económicos de un país, se canalizan -en parte- hacia el consumo, quedando el resto bajo la forma de ahorro.

Las entidades financieras buscan captar esos fondos ahorrados y, a su vez, otorgar préstamos a las personas y empresas que demandan dinero para consumir e invertir. Entonces, los empresarios, quienes buscan invertir para así obtener beneficios pero que, en general, no cuentan con suficientes ahorros como para hacerlo, se apoyan en el sistema financiero. En pocas palabras, procuran hacerse de recursos, poder invertir y, de esta forma, ampliar la plataforma productiva, generar empleo (lo que deriva en mayores ingresos, aumento del consumo y los beneficios, mayor capacidad de ahorro y, nuevamente, más inversión).

 Durante la década de los noventa había aproximadamente 140 entidades financieras en Argentina (68% bancos privados, 14% bancos públicos y 18% compañías financieras y cajas de crédito). La enorme crisis de 2001/2, causó que los grandes bancos absorbieran a los pequeños y este proceso no fue revertido en la fase de intenso crecimiento económico del período 2003-2011. De esta forma, hoy existen 82 entidades financieras (manteniéndose similar proporción con 66% privados, 16% públicos y 18% de compañías financieras y cajas de crédito). 

Luego de la convertibilidad, ¿qué sucedió con ese sector financiero?[1]

En primer lugar, para definir el tamaño (relativo) del sector se puede pensar en términos de créditos otorgados respecto al PIB total del país. En Argentina encontramos que el resultado del ratio es de menos del 30%. ¿Es esto mucho? Ciertamente no: en el contexto de Latinoamérica, para evitar comparaciones demasiado heterogéneas, encontramos que Brasil prestó el equivalente al 92% de su PIB y México un 40%, aproximadamente. Si buscamos una tendencia regional, nos encontramos con un promedio del 60% crédito sobre PIB en toda América Latina. Para los más curiosos, a nivel mundial, el promedio asciende a 161%, incluyendo casos como el de China y Corea del Sur (140%) y Estados Unidos (220%).

Ahora bien, habiendo ubicado a la Argentina en el contexto regional y global, resta definir, a su vez, a quiénes se otorgaron esos créditos. La tendencia marca que el sector de productos primarios se mantuvo con una participación similar a lo obtenido en los ‘90s; manufacturas logró recuperar dos o tres puntos respecto a la enorme caída (del 30% al 15%) sufrida durante la convertibilidad; mientras que, la construcción se ubica debajo del 3%. Concretamente, el único caso de crecimiento considerable en su participación sobre el total de crédito es el de los créditos personales, que gana por varios cuerpos alcanzando actualmente el 35%.

 ¿Por qué se da este fenómeno? Sencillamente podemos decir que los bancos también buscan ganar dinero y, a partir de ello, se orientan a generar negocios con quienes más rentabilidad les reporten y, a su vez, menos riesgo representen. Entonces, al ser los clientes “individuales” los que pagan precios más caros por servicios e intereses por préstamos más altos, es lógico que se hayan transformado en los principales receptores de los fondos de los bancos. De hecho, de 2003 a 2013 los bancos privados son aquellos que lograron mayor rentabilidad del sector financiero (respecto a los bancos públicos y también superando a la lograda por la banca en Estados Unidos y Brasil, entre otros). También crecieron los beneficios de los bancos públicos, pero en menor medida debido a que son los que menos privilegiaron a los créditos personales como destinatarios de sus préstamos. Como dato final, nos es importante aclarar que los créditos personales tienden a ser instrumentados a corto plazo sin mayores inconvenientes y, en cambio, las empresas, a la hora de invertir, exigen y valoran plazos más largos en el tiempo para poder acompañar de manera conveniente el horizonte temporal de crecimiento y renovación de sus proyectos de inversión.  

En tiempos recientes, se han aplicado diversas combinaciones de condicionamientos a la operatoria de bancos por parte del Banco Central de la República Argentina (tope de tasas activas, mínimo en pasivas, modificación de participación de encajes dolarizados, líneas productivas para empresas, etc). Evidentemente, estas normativas dan la pauta de que quien debe regular la actividad bancaria es consciente de las limitaciones de compromiso con el ahorro e inversión que están planteando las entidades financieras. Sin embargo, la falta de regularidad de estas normas, los momentos en que se aplican y los vaivenes de las mismas en función de la coyuntura económica de corto plazo hacen que el ahorrista tenga cierta desconfianza e indecisión a la hora de, por ejemplo, constituir un plazo fijo. Más aún, se realizan por períodos de tiempo cortos, o se dan conflictos de renovación de los mismos una vez vencidos. Esto también, evidentemente, influye en los depósitos totales de la economía argentina, medible a partir del sencillo índice de depósitos/PIB. Argentina ocupa el anteúltimo puesto de la región, con un bajo nivel de profundización financiera del 23%, siendo el promedio de América Latina el 46%, según la Federación Latinoamericana de Bancos – último reporte cierre 2013. Inevitablemente este ratio impactará negativamente también en el resultado de créditos/PIB citados anteriormente.

 En resumen, observamos que el sector financiero argentino sigue teniendo un comportamiento sumamente subdesarrollado respecto al resto de Latinoamérica y el promedio del mundo. Esto lo hace criticable por el contraste con la fuerte rentabilidad lograda por el sector en comparación a otras economías de mayor tamaño en el mundo. Sin embargo, también resulta inevitable tomar como parámetro fuertes crisis económicas desatadas en el país que obligan a pensar en términos conservadores a  quienes conducen el negocio bancario ya que no asumen riesgos y a su vez, son considerablemente agresivos en la búsqueda del lucro.

Desde CECREDA analizamos que el sector financiero argentino se plegó y absorbió la mayor rentabilidad posible a partir de un modelo económico que tomó al consumo interno como uno de los principales motores del crecimiento económico. Sin embargo, vemos claro que el próximo paso reclama un mayor nivel de planificación del desarrollo a largo plazo. Esto será posible en la medida en que la normativa en torno a la actividad bancaria y su rol en la economía sean de mayor compromiso y también estable a lo largo del tiempo. Es importante impulsar la puesta en marcha de un Banco de Desarrollo que garantice políticas industriales y herramientas que las empresas necesitan para construir crecimiento sostenible y, de esa forma, agregar valor y tamaño al PIB argentino.

[1] Banco Mundial, BCRA y Mecon

Mariano Uccellatore
Secretario

Mauro Gonzalez
Presidente

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