Tanto en el ambiente académico como político, el desarrollo económico es un tema muy discutido. Las argumentaciones presentadas a lo largo de la historia se enfrentan radicalmente, sin que exista un consenso sobre eso. El objetivo de esta nota es poder analizar la diferenciación técnica del capital productivo como impulsor del desarrollo económico.
A finales del siglo XIX Argentina se inserta en la economía mundial como un país agroexportador de materias primas, marcando su tendencia de crecimiento económico a partir de las excepcionales condiciones naturales de la geografía de nuestro país. La gran productividad de nuestros suelos permitía generar una renta muy importante para los productores nacionales aprovechando los altos precios internacionales de las carnes y los cereales. Este tipo de modelo, basado en los escritos de Ricardo sobre las ventajas comparativas, implica que cada nación debe especializarse en aquello donde más ventajas presente, y aprovechar así al máximo el comercio internacional. De esta forma, se maximiza tanto el desarrollo económico nacional como internacional.
Con el advenimiento de las guerras mundiales y la crisis del ’29 este tipo de modelos entraron en crisis al cerrarse las economías principales del mundo. Los trabajos de Prebisch y Singer sobre el deterioro de los términos de intercambio, y el surgimiento de diferentes escuelas económicas como el “estructuralismo”, crearon un impacto importante en el círculo académico, poniendo en jaque los modelos de intercambio internacional y desarrollo antes mencionados.
En el escenario político, gran parte de los países latinoamericanos adoptaron políticas de industrialización de las economías, como es el ejemplo del ISI (Industrialización por Sustitución de Importaciones) en la Argentina. De esta forma, se incentivó la creación de una nueva clase industrial nacional en conjunción de políticas dedicadas a la atracción de capitales productivos extranjeros.
Competitividad por precios:
Pese al desarrollo económico que significó la sustitución de importaciones, el camino que tomó la industrialización en nuestro país fue tormentoso y lleno de trabas, apareciendo un nuevo fantasma que nos persigue hasta el día de hoy: la restricción externa.
El ISI en nuestro país fue llevado a cabo bajo dos pilares fundamentales: por un lado, la formación de pequeños capitalistas que producían bienes de consumo para la demanda local y los capitales extranjeros que radicaron sucursales dentro de nuestras fronteras (muchas veces reciclando tecnologías). Por el otro, el fortalecimiento del mercado interno mediante una mejora en las condiciones de vida de la clase obrera.
La principal característica de esta naciente industria nacional, fue su creciente dependencia en la importación de insumos y tecnologías (aún cuando se haya incentivado fuertemente el desarrollo de la industria pesada). Sumado a esto, el poder de compra de las clases populares se vio enormemente favorecido por el crecimiento industrial, lo que aumentó progresivamente la importación de bienes de consumo.
Esta creciente presión sobre la balanza de pagos pudo ser suavizada por las exportaciones del sector agropecuario (o tradicional), las cuales eran muy competitivas en el mercado externo por las razones antes descriptas. Sin embargo, de acuerdo con Diamand (1972), el ritmo de crecimiento del sector agropecuario era mucho menor que el del sector industrial y, eventualmente, las exportaciones del primero no podían seguirle el paso a las importaciones del segundo, provocando fuertes déficits en la balanza de pago.
Este fenómeno, el cual es comúnmente denominado como “ahogamiento externo”, trajo como consecuencia la aplicación de políticas de devaluaciones, con el doble objetivo de: por un lado, desincentivar las importaciones de consumo e incentivar las exportaciones agropecuarias, y, por el otro, ganar competitividad en el sector industrial, abaratando los productos nacionales desde la perspectiva externa *1 y disminuyendo sus costos mediante una baja de los salarios reales de los trabajadores.
No obstante, este mecanismo de competencia internacional, a la que conocemos como “competencia por precios”, mostró en nuestro país dos dificultades que ponen en juicio esta política: si bien la devaluación produce una mayor competitividad de la industria en el mercado internacional aumentando sus exportaciones, también encarece las importaciones de diferentes insumos y tecnologías. En segundo lugar, la fuerte tradición de altos salarios reales para la clase trabajadora y la gran actividad sindical (principalmente por herencia del peronismo) significaron, en un plazo más o menos corto, una recuperación de los ingresos de los trabajadores por medio de las sucesivas paritarias llevadas a cabo luego de la devaluación (ver Blanchard, 2005). Ambos efectos crean una presión en los precios nacionales, haciendo que el tipo de cambio real recupere los niveles anteriores a la devaluación *2, perdiendo la competitividad ganada y debilitando, nuevamente, la situación de la balanza de pago.
Este proceso cíclico que conocemos como “stop and go” o “stop and crash”, terminaron convirtiéndose en un círculo vicioso de progresivas devaluaciones e inestabilidades nominales, como una tasa de cambio volátil e inflación.
El capital tecnológicamente diferenciado.
En la literatura económica, varios autores, desde Marx hasta Schumpeter, hicieron un importante hincapié en el rol de la tecnología como parte fundamental del proceso económico y desarrollo social. En los trabajas del Dr. Levín *3 , se puede ver que el proceso de diferenciación tecnológica del capital no es solamente un fenómeno con una implicancia económica, sino que se levantará como la ley fundamental de transformación capitalista.
Bajo este determinado contexto, el mapeo social se complejiza en relación a la herencia ricardiana-marxista, donde la determinación de la dominancia social se daba a partir de la dicotomía entre las clase obrera y capitalista. Por el contrario, la implicancia de una diferenciación intrínseca del capital crea una situación de lucha del poder social entre la misma clase capitalista, donde los capitales que logran innovarse tecnológicamente (“capitales potenciados”) logran imponer sus condiciones de reproducción a los capitales que no lo hicieron (“capitales simples”).
Esta relación de dominación entre diferentes capitales no debe entenderse solamente en el contexto nacional, sino que obedece una ley de acumulación de capital universal. Esto nos permite entender, por ejemplo, por que aquellas economías que recibieron una gran inversión extranjera de capital productivo simple (como fue el caso del ISI en Argentina) tuvieron una gran dificultad en poder exportar productos industriales (por ejemplo, los autos de Ford Argentina, no pueden importarse a países que tengan sus propias sucursales de Ford).
Conclusiones
La experiencia argentina debería darnos evidencias más que suficientes para poder comprender que la competencia internacional por precios no es un vehículo apropiado para el desarrollo social. Por el contrario, las sucesivas devaluaciones que tuvieron como fin la competencia de la industria nacional, resultaron en problemas e inestabilidades macroeconómicas, tales como un alto grado de inflación, volatilidad del tipo de cambio y dolarización de la economía. A su vez, la implicancia de una competencia por precios podría significar en un estancamiento de la infraestructura de un país, como, a su vez, en un deterioro del desarrollo social, sobre todo relacionado a la educación y un bajo nivel de vida de las clases populares (Amdsen, 1991).
Por el contrario, incentivar la producción científica y tecnológica parecería un camino más adecuado en un contexto de diferenciación tecnológica del capital. De esta forma, fortaleciendo una cultura de inversión científica e inculcando una visión tecnológica en el emprendedurismo, se podrían generar las bases para una industria más fuerte y competitiva internacionalmente.
1- La depreciación de la moneda local frente a la moneda internacional produce un abaratamiento de las mercancías nacionales desde el punto de vista internacional. Si, por ejemplo, el tipo de cambio es 1 a 1, una mercancía que cuesta $2 saldrá internacionalmente u$s 2. Si el gobierno devalúa la moneda y el tipo de cambio pasa a ser 2 a 1, el bien costará ahora u$s 1 (ya que dos pesos equivalen a un dólar).
2- El tipo de cambio real es igual al tipo de cambio nominal multiplicado por el coeficiente de los precios internacionales dividido los precios nacionales. Una devaluación (aumento del tipo de cambio nominal) genera un aumento del tipo de cambio real que se ve reducido por un aumento en los precios nacionales (debido al aumento de los costos industriales).
3- En los autores nombrados anteriormente el fenómeno tecnológico se daba exógenamente de forma aleatoria, impactando en el sistema económico (o sociedad civil) de determinada forma. En las teorías del Dr. Levin, la ciencia y, por ende, la tecnología se consideran un proceso de producción social, por lo que deben ser adoptados por la Economía Política como un concepto fundamentalmente endógeno.
Lic. Diego Cuneo
Analista de Cecreda