El reciente descubrimiento de Vaca Muerta nos pone nuevamente en una dicotomía que Argentina aún no ha logrado superar de la forma más eficiente: Recursos naturales de gran trascendencia y valor a nivel mundial que colocan al país en un lugar de privilegio, frente a la paciencia, planificación e inversiones necesarias para su aprovechamiento.
La industria cerealera durante la Segunda Guerra Mundial y más cerca en el tiempo la soja, y la falta de planificación y control tanto en el espectro ferroviario y las comunicaciones son dos ejemplos que ilustran la dicotomía histórica nacional.
Esta situación engloba ambas esferas: Explotación de recursos naturales con capacidad para volver al autoabastecimiento energético argentino que permitiría ahorrar 14 mil millones de dólares (monto importado en distintos tipos de combustibles en el 2013) y otorgaría la posibilidad de volver a exportar energía; en este caso hidrocarburos no convencionales. Versus la necesidad de fuertes e importantes inversiones en equipos y tecnología necesarias para la explotación de esta reserva sólo accesible con la técnica del “fracking”.
La formación de Vaca Muerta posee 22.807 millones de barriles de reservas solamente en el área estudiada de 8.071 kilómetros cuadrados, siendo su potencial aún mayor ya que la extensión de la cuenca alcanza los 30.000 kilómetros cuadrados entre Mendoza, Neuquén y Río Negro. Ante esto las inversiones necesarias para su exploración y explotación multiplican varias veces a las divisas necesarias que hasta el momento se necesitaban para la importación de energía. No solo se debe dirimir este interrogante, sino que además se suman dos casos testigos que afectan las decisiones a tomar. Por un lado, en Estados Unidos, la explotación de este tipo de yacimientos mediante la técnica anteriormente mencionada, permitió revertir la caída de producción que se daba en su territorio y alcanzar el 23% de la explotación hidrocarburífera actual. Sin embargo, en Francia se prohibió la extracción del gas de esquisto debido a toxicidad de los productos utilizados en la fracturación hidráulica.
El yacimiento de Vaca Muerta tiene mejores perspectivas que el yacimiento Eagle Ford en EEUU, debido a mayores concentraciones de carbón orgánico, y una mayor presión del yacimiento. Sin embargo, el desarrollo de Vaca Muerta podría ser más lento que el de Eagle Ford (cuya producción creció exponencialmente desde 2009), debido a una mayor distancia entre los pozos y una menor expectativa de producción por pozo
Los recursos de Vaca Muerta equivalen a más de 500 años de reservas respecto al consumo energético actual de Argentina que con éste yacimiento se sitúa como el tercer país en la posesión de recursos de hidrocarburos no convencionales, detrás de los Estados Unidos y China. La necesidad de inversiones para duplicar la capacidad productiva argentina de hidrocarburos en 10 años, se estima en torno a los 31.500 millones de euros (el nivel actual de las reservas del Banco Central de la República Argentina se sitúa en torno a los 30.000 millones de dólares).
El gráfico siguiente nos permite observar el peso que hoy estos recursos poseen en la energía de Argentina. La matriz energética de Argentina tiene una alta proporción de recursos no renovables (90,9%), principalmente petróleo y gas (51,5% y 34,5% respectivamente), utilizados para la generación térmica, y menores recursos renovables que la matriz energética mundial. La proporción de recursos renovables (9,1%) también contrasta con la de otros países de la región, como Brasil (44,8%).
A raíz de esto, cobra mayor importancia la planificación, decisión, y correcta explotación de esta nueva oportunidad. Ya sea a través de inversiones privadas (como el caso de Chevron, Bridas, Dow Chemical) o que el Estado Nacional sea directamente quien decida invertir en este yacimiento. Lo importante, es la supervisión de manera eficiente y transparente de este nuevo proyecto. La nacionalización de YPF, que ya se encuentra en la región y explotando sus recursos, es una grata oportunidad para que el Gobierno de turno pueda monitorear en forma eficiente las inversiones y su explotación. Esta chance de superarnos y no volver a fallar en la desinversión y la falta de control (como en los ferrocarriles y las comunicaciones) y poder aprovechar una nueva posibilidad que nos da la historia (como sí fue aprovechada en su momento por Canadá y Australia con los cereales) nos pone nuevamente a prueba para superar nuestro cortoplacismo argentino. Justamente en un sector tan importante para el desarrollo productivo y social de un país como lo es el energético: uno de los principales motores de la industria, con gran trascendencia en la esfera social a partir de las temperaturas extremas y los combustibles y con un impacto en las balanzas comerciales y por consiguiente en las reservas nacionales.
Una nueva oportunidad nos proporciona la energía, ¿lograremos planificar y superarnos más allá del cortoplacismo argentino o volveremos a pecar de ansiosos e ineficientes y dejaremos pasar otra oportunidad?
Jonatan Clara
Analista de CECREDA.