Luego del intento de desendeudamiento de la anterior gestión a cargo del Gobierno Nacional, que fue frenada por algunas instituciones internacionales de “alto porte”, la actual administración hace uso de herramientas muy dispares, diferenciándose claramente. El acuerdo con los tenedores de deuda argentina “defaulteada” y el financiamiento de un déficit fiscal que se mantiene por arriba del 5% fueron algunas de las justificaciones para volver a utilizar este método de obtención de divisas tan conocido en nuestro país, el endeudamiento externo.
Desde que Mauricio Macri asumió al poder, en diciembre de 2015, empezó la especulación sobre los métodos que llevaría a cabo junto a su equipo económico para atender a las urgencias que le aparecieron. Una vez que mostraron como uno de sus bastiones la emisión de deuda en dólares, no tardaron en hacer efectivo este recurso. En abril del 2016 el Gobierno emitió USD 16.000 millones en bonos, quebrando el paradigma y las expectativas sobre el financiamiento externo. Si bien este fenómeno no se repitió con una operación tan grande, la emisión de deuda durante el primer año de gestión remarcó el cambio rotundo de esa política en comparación con la gestión pasada, generando en total un monto de casi USD 35.000 millones.
Si bien está claro que el nivel de deuda en Argentina fue muchas veces más elevado que el actual, se puede observar que no es un camino del todo favorable. Lo que no se puede negar es que el proyecto al cual apunta la actual gestión del Gobierno Nacional es un plan pensado y elaborado, que está siendo apoyado y acompañado constantemente por la dirigencia del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires. En ambas esferas, las autoridades se muestran confiadas del camino que están tomando, en la última semana lo han ratificado.
Este último jueves 13 de julio, el Gobierno de María Eugenia Vidal hizo público un anuncio en el cual se comunicó que se hará una colocación de 500 millones de euros mediante la gestión de tres bancos extranjeros. Además para finalizar la semana, el Gobierno Nacional realizó este viernes, ante la Comisión de Bolsa y Valores estadounidense (SEC, por las siglas de Securities and Exchange Commission), una presentación donde se exterioriza la intención de emitir títulos de deuda por USD 12.500 millones, la segunda operación más importante de esta gestión.
Para entender los efectos del deliberado y constante endeudamiento hay que preguntarse en qué se gastan los fondos obtenidos mediante financiación externa. El Banco Central de la República, por ejemplo, colocó (el mismo día que el gobierno bonaerense anunciaba un nuevo endeudamiento) a motivos de refinanciación de LETES -Letras del Tesoro Nacional, más del 94% del valor de los vencimientos. Esto quiere decir que en vez de pagar los USD 891 millones cuyos vencimientos están al caer, acordó una refinanciación de USD 840 millones y pagó otros 51. Distinto es el caso del crédito contraído con el Banco Interamericano para el Desarrollo, el cuál aportó USD 20 millones para la puesta en marcha de una obra realizada en conjunto con Brasil y Chile.
Las más grandes emisiones hechas, tanto por el Gobierno Nacional como el encabezado por Vidal, se remiten a necesidades de fondos para gastos fiscales corrientes, o para el pago de deuda. Son pocos los casos de entradas de créditos, a corto y largo plazo, para afectación específica a programas que sean de Inversión Pública. Para afirmar esta idea, el sitio oficial de la Dirección Nacional de Inversión muestra que los programas presupuestados no abundan las oficinas del organismo. La mayor inversión en creación de infraestructura presupuestada por el actual gobierno está volcada en el Plan Belgrano, sobre el cuál no hay resultados visibles y tangibles a la fecha.
Puede ser peligroso abusar de la emisión de deuda, aún más cuando el crédito llega a subsanar gastos corrientes, como solventar el déficit. La totalidad de la deuda contraída, sea poca o mucha, se contrató con vencimientos cuyos plazos superan a la gestión actual de gobierno, para planes que pueden no tener continuidad a medida que nos acercamos al horizonte. Las emisiones de deuda generan un excedente de dinero circulante (pesos) en el país, que fomenta aún más a la espiral inflacionaria que ataca a la economía nacional, aunque ésta pueda no tener origen en la emisión de dinero. Aun cuando el plan sea “liquidar” dicho excedente con la emisión de Letras, del Tesoro o del Banco Central, el sector de la población con mayor capacidad de ahorro puede optar por no realizar inversiones productivas, sino financieras, y aumentar su capital de manera desproporcionada y desalentar a la industria nacional, flagelando aún más a la economía interna y volcando más patrimonio de las familias al consumo de bienes importados ante la caída de la producción interna.
Por otra parte, el hecho de que no haya planes estructurados de incremento de la actividad productiva del país, no permite que se produzca un aumento de la generación de rentas y remesas que brinden al Gobierno los fondos necesarios para los futuros pagos de capitales e intereses de las obligaciones contraídas. Como siempre, ninguna política de gobierno consigue en solitario resolver los problemas internos de alguna índole sin generar la necesidad de acompañamiento de todo el aparato gubernamental y productivo. Para poder alcanzar los objetivos exteriorizados por los representantes de alto rango del Gobierno Nacional no alcanza con financiar el déficit con deuda o de extraer el excedente de pesos con Letras, sino que para que un Plan de Restructuración del Sector Público sea llevado a cabo con éxito se necesita, además, subsanar (o curar definitivamente) las ineficiencias del sector productivo nacional, de todo el sector privado.
Pablo Ariel García
Analista de CECREDA