El siglo XXI abrió una nueva forma de enseñanza, en la cual la tecnología juega un rol clave en la formación de los estudiantes. Argentina no quiere quedarse fuera de esta nueva concepción y el Programa Conectar Igualdad se ha transformado en una ambiciosa tarea en esa dirección. ¿Cómo está cambiando el aula a la cual asisten las nuevas generaciones?
Interesantes resultados arrojó una encuesta del Ministerio de Educación de la Nación, publicada por Página 12 el pasado mes de julio sobre el uso de la tecnología en adolescentes. Un rasgo distintivo que se observó en la muestra fue la capacidad de los jóvenes para realizar lo que se ha denominado “la habilidad humana para realizar múltiples tareas”. Este concepto se aplica, paradigmáticamente, al uso de las nuevas tecnologías. Ejemplos de este fenómeno en la vida cotidiana son, entre otros, chatear mientras se mira un video, escuchar un determinado audio y contestar el celular o tener varias ventanas de Internet abiertas. El desarrollo de esta habilidad generalizada entre los jóvenes obedece a los rápidos cambios en la tecnología y en sus usos.
Podemos mirar distraídamente esta nueva realidad y seguir pensando que la tiza y el pizarrón, manejados por un docente que normaliza desde el aula, van a seguir siendo la única alternativa posible. Sin embargo, no hace falta ser un defensor acérrimo de las ideas foucaultianas- aplicadas a la educación- para concebir que podemos pensar algo un tanto diferente, al menos, como para tener otra opción alternativa.
El avance argentino
Existe una certeza de que nuestro país va por el buen camino. El Programa Conectar Igualdad representa una de las políticas educativas más ambiciosas de Latinoamérica. Tiene como fin reducir las brechas digitales, educativas y sociales de Argentina e implica la entrega gratuita de 3 millones de notebooks en el período 2010-2012 para alumnos y docentes de educación secundaria de escuela pública, educación especial y de institutos de formación docente. El programa otorga, además, capacitación para los docentes en diversos temas relacionados con la cultura digital y el uso de nuevas tecnologías.
Conectar Igualdad nos abre las puertas a la universidad del siglo XXI, que algunos especialistas avizoran: será dominada por la conectividad y la virtualidad. Ya podemos encontrar ejemplos de esto en programas virtuales que ofrecen nuestras universidades públicas, y en diferentes cursos que los planteles de educación más grandes del mundo están lanzando; algunos de forma gratuita, pero otros a elevados costos. No es ingenuo creer que la competencia de las universidades en el futuro pase -en gran medida- por mantenerse activa en los ítems relacionados a la conectividad y la virtualidad. Tampoco es ingenuo pensar que los futuros estudiantes, en las décadas que vienen, prefieran este tipo de enseñanza a la tradicional.
Como conclusión: imaginemos un aula de las próximas décadas. Un aula virtual, en el cual un profesor/guía elija algunas tareas para que los alumnos resuelvan en sus notebooks o en algún dispositivo táctil futuro, varios problemas diferentes a la vez; que puedan comunicarse entre sí a través de diferentes redes sociales y puedan compartir información o discutir a través de un foro, en donde se distribuyan créditos en relación a la participación y la atenencia, evaluando así los contenidos actitudinales. Quizás, hasta se pueda pensar en afianzar la unidad latinoamericana, aceptando créditos que un adolescente -por ejemplo- de Salta tome de un colegio público virtual de Caracas. El avance de las tecnologías sorprende hasta al más avezado cuentista de ficción. No es una pérdida de tiempo analizar este nuevo panorama, máxime teniendo en cuenta que trabajamos para una Argentina desarrollada en el siglo XXI, y que en la virtualidad y en la conectividad se va a jugar una de las grandes batallas culturales del siglo: la soberanía intelectual.
Por Leandro Indavera Stieben
Analista de CECREDA