Luego de un primer balotaje frustrado en el año 2003, ya que el candidato Carlos Menem dimitió, dando entonces por ganador a Néstor Kirchner; hoy por hoy, las elecciones del 22 de noviembre definirán al presidente y vicepresidente -o vicepresidenta- de la Nación en segunda vuelta.
Pero, ¿qué es el balotaje? La Constitución Argentina en su reforma del año 1994 le dio lugar a este recurso electoral, en caso de que ningún candidato supere un determinado porcentaje de votos. Ese porcentaje que debe alcanzar la fórmula ganadora es de más del 45% de los votos afirmativos (es decir votos válidos; sin contar blancos, nulos e impugnados), o bien el 40% de votos afirmativos y una diferencia del 10% con respecto a la segunda fórmula.
Contra todo pronóstico, en estas últimas elecciones el candidato a presidente por el Frente para la Victoria, Daniel Scioli, obtuvo un 36,86% de los votos; y el candidato de Cambiemos, Mauricio Macri, un 34,33%. Con este ajustado resultado, es indiscutida la definición en segunda vuelta.
Me atrevo a decir que ninguno de los argentinos esperaba tal resultado. La mayoría de las encuestadoras, sin importar el matiz oficialista u opositor de cada una de ellas, daban como ganador en primera vuelta y por un estrecho margen a Daniel Scioli. Proyectando los indecisos, se preveía que la fórmula Scioli-Zannini iba a llegar al menos al 40,1%; mientras que la fórmula Macri-Michetti iba a arañar el 29%.
A la vista de lo sucedido, es innegable el fracaso de las encuestas. Lo mismo quedó demostrado con los resultados arrojados para el balotaje por la Jefatura de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Para esta ocasión, las encuestadoras aseguraban un contundente triunfo -por más del 10%- del candidato del PRO, Horacio Rodríguez Larreta, frente Martín Lousteau, de ECO. Si bien ganó el PRO, el triunfo se produjo gracias a una escasa brecha de 3%.
De las elecciones porteñas también se desprende la poca utilidad y precisión que tiene la proyección del comportamiento del electorado. A la luz de los resultados, sabemos que el llamar a votar por tal o cual candidato no implica que el votante efectivamente cumpla con ello. Se reafirma la concepción de que los candidatos no son dueños del voto. De hecho, el candidato a Jefe de Gobierno por el FpV, Mariano Recalde, comunicó a sus votantes la decisión del partido de votar en blanco de cara al balotaje; pero esto no se vio reflejado en las urnas. De haber sido así, Lousteau no hubiese crecido del 25% obtenido en primera vuelta, al 48,36% de la segunda. Recordemos que el candidato del FpV obtuvo el 21,9% de los votos, con lo cual es evidente que gran parte de sus votantes se inclinaron por Lousteau en el balotaje, para intentar desplazar al PRO de la Ciudad.
A pesar de esta experiencia, hoy día, rumbo al balotaje presidencial, se le ha dado un inmenso protagonismo a la decisión del tercer candidato, Sergio Massa, respecto de por quién decidirá acompañar. Sin embargo, en conferencia de prensa el miércoles siguiente a las elecciones, no se pronunció explícitamente a favor de ninguno de los dos. Más bien, coqueteó con ambos e incluso manifestó que va a optar por quien más coincidencias muestre en la agenda de los temas a tratar, y por supuesto en la forma de resolverlos. Es decir, se dejará seducir por los dos candidatos.
Y desde allí, ha empezado la carrera por conquistar los votos de Massa. Sabiendo que hoy es de suma importancia contar con su apoyo, el líder de UNA (Alianza Unidos por una Nueva Alternativa) se ha mostrado cerca de uno y de otro, fogonenando hábilmente la disputa entre los actuales candidatos. Él mismo en una entrevista brindada a medios periodísticos dijo que no quisiera que ganara Scioli, como una clara señal al candidato de Cambiemos. Pocos días después, luego de que Daniel Scioli propusiera brindar el 82% móvil a quienes tengan la jubilación mínima, celebró vía Twitter esta decisión, mostrándose más cerca del FpV.
Si nos remontamos a días anteriores a la elección del 25 de octubre, en una entrevista con Alejandro Fantino en el programa Animales Sueltos, Massa reconoció que sus votantes jamás se inclinarían por Mauricio Macri. El ex intendente de Tigre explicaba que su voto era un “voto de clase”. Es decir, la gente se identificaba con ellos por ser de clase media, por ser peronistas; mientras que a Macri lo veían alejado de sus realidades por considerarlo un “hombre rico”.
Todos estos condimentos hacen que la campaña política sea el tema central en todos los medios, y está instalado el debate en la cotidianeidad de todos los ciudadanos.
Fue la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner en un acto en Casa Rosada quien le dio nuevo impulso a la campaña. Luego de presentar el proyecto “Bosques nativos y comunidad” y entregar créditos para PyMES, salió a los patios de la casa de gobierno a hablar con cientos de militantes que allí se encontraban. Entre otras cuestiones, pidió a las organizaciones que integran el Frente para la Victoria que salgan puerta a puerta a hablar con los vecinos, a recordar cada uno de los derechos conquistados, contraponiendo la figura de Macri, qué representa y cuál es el modelo político que quiere implementar.
En referencia al debate que tendrá lugar el 15 de noviembre en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, manifestó que sería bueno que los candidatos se acompañen de material audiovisual, para dejar en evidencia las contradicciones de Mauricio Macri respecto a las políticas implementadas durante estos doce años de gobierno.
Y es en ese punto en donde se centró la campaña del FpV. Mientras que desde el oficialismo se impulsaron las leyes de recuperación de YPF, de estatización de las AFJP, de movilidad jubilatoria, de Areolíneas Argentinas, de matrimonio igualitario y de voto a los 16 años; el PRO votaba en contra de todas ellas. El PRO estuvo ausente cuando se sancionó la ley contra la trata de personas y la ley de amas de casa; y se abstuvo en la ley de fertilización asistida (esta última fue sancionada primero en la provincia, impulsada principalmente por Daniel Scioli y luego tuvo alcance nacional).
Desde Cambiemos, por otro lado, focalizan su campaña en agradecer a quienes los eligieron; y prometen el cambio, la alegría y la unidad para los próximos 4 años.
Frente a este panorama, es imposible pensar en la similitud entre éste, y el balotaje de Brasil, en octubre del año pasado. Dilma Rousseff que iba por la reelección, si bien le ganó al socialdemócrata Aécio Néves, lo hizo por una ajustada diferencia. Lejos quedó la tercera candidata, Marina Silva, vaticinada por las encuestas como la ganadora.
Dilma optó por recordarles a los brasileños de qué pasado venían, difundiendo un spot que decía “Cuando las personas dan un paso adelante en su vida, necesitan saber preservar lo que fue conquistado. No podemos dejar que los fantasmas del pasado vuelvan y se lleven lo que conseguimos con tanto esfuerzo (…)”. Finalmente, y apelando a concientizar sobre las conquistas ganadas, la mandataria consiguió la reelección.
Bastará esperar al 22 de noviembre para ver si aquí sucede lo mismo, por el momento ambas campañas son “tibias”, en términos de compromisos y propuestas ambiguas frente a un electorado cada vez más “caliente” y harto de no escuchar definiciones precisas por parte de sus candidatos.
Paula López
Analista de Cecreda