Análisis y Desarrollo Político

Repensando al Uranio como fuente de energía

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La generación de energía a partir de centrales nucleares suele asociarse a la posibilidad de accidentes importantes, causantes de graves daños ambientales y de salud. Se emplea un gran esfuerzo para administrar en forma segura los residuos que se generan,  a pesar de ello, gran cantidad de países han optado por la energía nuclear para cubrir el nivel de consumo energético que necesitan, el cual les permite tanto el desarrollo económico como el acceso a modalidades de consumo que responden a la competitividad social actual.

 

Podría pensarse erróneamente que los efectos de la radiactividad de los materiales solo nos afectaría en el caso de que haya un accidente en la planta de generación de energía. Esto no es cierto. El gran problema al que nos enfrentamos es en realizada a posteriori. 

Hay dos tipos de almacenamiento de residuos radiactivos, los temporales y los de largo plazo. Actualmente, sólo existen en uso, almacenamientos de corto plazoque tienen una vida media de 60 años. Si se tiene en cuenta que los efectos de la radiactividad son milenarios, surge la pregunta sobre qué pasará después con los residuos y de quién se hará cargo de la correcta gestión de los mismos.

Se está construyendo en Olkiluoto, Finlandia, un Almacenamiento de residuos radiactivos de largo plazo, que se proyecta a funcionar en el año 2020. Este tipo de almacenamiento geológico profundo (AGP) no puede ser construido en cualquier parte. Debe reunir características de rara naturaleza y de un equilibrio y estabilidad geológica difícil de encontrar. Onkalo, considerado como el lugar más estable de la tierra, está siendo construido sobre un macizo de basalto, fuera del alcance de erupciones volcánicas y amenazas sísmicas. Es el único lugar hasta el momento que reúne las características para realizar un AGP. El WIPP, en México, es un AGP, pero no tiene capacidad estructural para almacenar residuos de alta actividad procedente de las centrales nucleares.

El lugar debe hallarse lejos del alcance de los eventos consecuentes a áreas cercanas al cinturón de fuego, área de terremotos, posibles tsunamis y vulcanismo. Se trata de evitar a toda costa que sucedan eventos como el accidente nuclear en la central de Fukushima, Japón. En 2011 un terremoto de 8,9 grados en la escala Richter cerca de la costa noroeste de Japón y un posterior tsunami afectó gravemente la central nuclear japonesa de Fukushima. La exposición a la radiactividad produjo teratogénesis, abortos espontáneos, muertes de cáncer, lesiones en la piel, contaminación del agua, del suelo, del aire, muerte y alteraciones en animales acuáticos, y seres vivos terrestres, entre otras. 

Diversos estudios geológicos realizados en Argentina concluyen que en este país no hay un área con las características necesarias para construir un AGP. El marco regulatorio internacional no permite que los residuos radiactivos salgan del país de origen, y además, Onkalo firmó un acuerdo con el gobierno finlandés en el cual el AGP será utilizado únicamente para los desechos radiactivos generados en el país. Es evidente que de momento,  y a no ser que cambien las leyes, Argentina no podrá disponer sus desechos en Onkaló, por tanto, tendrá que valerse de los almacenamientos provisionales de corto plazo. 

Esto debiera de hacernos cuestionar cual es el plan argentino para los residuos radiactivos que se generan en nuestras centrales nucleares, y en segundo lugar, repensar la estrategia argentina de producción de energía. Todo se trata de invertir adecuadamente, con visión futurista.

Creo que no se debe dejar que el miedo a lo incierto paralice un proyecto, no obstante me gustaría compartir este concepto: “En las ciencias ambientales, lo único permanente es el cambio”. La frase en este contexto apunta a que la tierra está en permanente cambio. Se estima que Onkalo podrá reabrirse en unos 500.000 años, fecha en la cual, los residuos dejarán de ser radiactivos y no representaran un riesgo para la salud del hombre ni del ambiente. Pero, ¿quién puede asegurar que lo que es seguro hoy se mantendrá seguro durante tanto tiempo?Estos garrafales períodos de actividad nos exigen pensar en otras escalas de tiempo y en las muchísimas generaciones, aún por venir, que tendrán que proteger y vigilar el legado de los residuos radiactivos. Para tomar conciencia, la historia de la cultura de la humanidad no tiene más de 10.000 años, “…la Montaña de Yucca, en el desierto de Nevada (EE. UU.), donde ya se depositan residuos de media actividad, era un volcán activo hace 20.000 años, hace 5.000 años el Sahara era un vergel, hace 10.000 años había volcanes activos en el centro de Francia y hace 7.000 años no existía el canal de La Mancha”. Este isótopo emite radiactividad durante por lo menos 250.000 años, lo cual supone 25 veces más tiempo que la Historia conocida de la Humanidad.

En Argentina, a partir de abril de 1997, la Ley Nacional de la Actividad Nuclear asigna la responsabilidad a la CNEA sobre la gestión de los residuos radiactivos, y esta crea un fondo especial para tal fin. Argentina hoy exporta una parte de la energía generada en centrales nucleares, y esto implica una importante fuente de ingresos para el país. Tras los apagones de luz de los últimos años, la población es consciente del déficit energético. Cómo responder a estas necesidades nos debe impulsar a crear estrategias nuevas, no en pos de anular las decisiones que ya han sido tomadas, pero sí continuar construyendo en pos de un perfil más seguro y sustentable. La energía nuclear nos ha permitido abastecernos de energía, cuando en ese momento no contábamos con las nuevas herramientas con las que contamos hoy.

Acompañado de los grandes beneficios, los pequeños incidentes generaron un alto costo en muertes, y deterioro ambiental. Esto constata la necesidad de seguir investigando en el campo de la energía nuclear para hacerla más segura, y para revertir la contaminación y tratar los efectos radiactivos. A su vez, nos compromete a no continuar desarrollándonos únicamente en esa línea, generando residuos de los cuales hoy nadie puede garantizar la perfecta seguridad en el tiempo.

El desarrollo de la energía nuclear en Argentina se impulsó con la idea de lograr autonomía energética. Pero para lograr la autonomía en este tipo de energía no sólo hace falta uranio, también hace falta tecnología de avanzada y, como mencionamos antes, la capacidad de gestionar adecuadamente los residuos. Al no poder ocuparnos de este último punto, es evidente que la situación de dependencia sigue subsistiendo y el país queda expuesto a acciones externas en su política.

Sumar las energías alternativas puede ser el bastión que sostenga la Argentina que hoy conocemos, pero fomentando entre el ambiente y el hombre una relación de respeto. El hombre deberá lograr un equilibrio entre el consumo y la capacidad de regeneración de la naturaleza. Y para ello, será necesario el diálogo y la inteligencia humana, que aprendiendo del pasado,  nos proponga panoramas de armonía para el futuro.

Paula Rigou
Analista de CECREDA

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