Durante los últimos años Rusia ha recuperado terreno y notoriedad a nivel internacional en términos políticos y económicos. Esto se ha dado a partir de una tendencia de búsqueda de nuevas alianzas y, paralelamente, enfrentamientos con occidente. Sin embargo, el modelo económico ruso comenzó a enfrentar serios problemas frente a la caída de precios de commodities y posterior desconfianza del flujo de ahorro ante los activos nominados en su moneda nacional, el rublo. A partir de esto último, algunos países del mundo se encuentran en alerta por los efectos que esto podría generar sobre ellos a partir del contagio.
Durante los últimos días, el Banco Central Ruso ha decidido incrementar paulatinamente la tasa de interés con niveles que van de un 10% hasta,aproximadamente, un 17% con el objetivo claro de detener el desplome del rublo. Mientras tanto, esta misma entidad lanza un pronóstico poco próspero para el año que acaba de comenzar para la economía del gigante euroasiático: una contracción en torno al 4% durante 2015, algo que reafirma aún más la preocupación de varios sectores vinculados.
Si evaluamos rápidamente la actual crisis económica mencionada en torno al precio del barril de petróleo, no podemos dejar de lado el hecho de que las exportaciones de hidrocarburos representan casi un 50% de los ingresos presupuestarios de Rusia. A su vez, los conflictos políticos en torno al caso de Ucrania no son menores, por lo que entorpecen aún más la escena y el margen de maniobra si tenemos en cuenta las diferentes sanciones que han suscitado desde Estados Unidos y la Unión Europea en materia de comercio.
Por otra parte, si bien la estructura de deuda pública del Estado Ruso no parecería ameritar ninguna preocupación en primera instancia, los compromisos contraídos en divisas con el exterior por parte de las grandes empresas del sector privado se han incrementado de manera consistente. Por ende, la devaluación del rublo enciende alarmas ante la posibilidad de que el Estado deba auxiliar al sector privado a la hora de afrontar dichas deudas (mayormente en dólares).
Uno de los países del resto del mundo que está mostrando creciente preocupación ante la situación de la economía rusa es Argentina. Si bien aquel país del Hemisferio Norte se encuentra geográficamente lejos, no son pocos los sectores de nuestra región que han comenzado a evaluar qué gravedad e implicancias podrían desatarse para la Argentina. Más aún, si tenemos en cuenta que otros mercados relevantes para nuestro país, como son Brasil y, en menor medida, Venezuela, tambiénenfrentan importantes dificultades. Ahora bien, si Rusia representa aproximadamente un 3,6% del total del comercio exterior argentino, algunas regiones del país ven aquel destino como un mercado mucho más crucial, llegando en algunos casos al 40% de sus exportaciones.
Entre los sectores más afectados, según señalan insistentemente desde algunas instituciones (por ejemplo: la SRA), se encuentran principalmente productos primarios, con escaso valor agregado y alto nivel de dependencia del volumen bruto demandado. Algunas de las producciones más directamente atravesadas son las de peras, manzanas y uvas –frescas- en el Alto Valle y Mendoza; limones, azúcar y frutas secas en la región del NOA; cítricos dulces (principalmente naranjas y mandarinas) en el NEA; como así también los casos de carnes congeladas, manteca, quesos y maní en la región central argentina.
Según se desprende de éste breve análisis, entonces, el llamado “regreso de Rusia” de la mano de Vladimir Putin ha comenzado a tener serios inconvenientes y firmes oposiciones políticas y económicas que debemos seguir con mucha atención desde el Cono Sur y, más precisamente, desde Argentina.
Guillermo Guerci
Analista de Cecreda