El crecimiento de un actor pujante en el entramado productivo argentino. La propuesta que impulsa el otorgamiento de créditos bancarios a empresas nacionales, lanzada por el Banco Central de la Nación a mediados de este año, plantea entre sus objetivos la tarea de superar un histórico problema del sector de las Pequeñas y Medianas Empresas (PYME): la falta de financiamiento para desarrollar estos emprendimientos.
Si la medida logra surtir efecto y orientar la oferta de créditos hacia este sector, sus lineamientos se habrán convertido en herramientas contracíclicas de probada eficiencia, al permitir incrementar el nivel de desarrollo productivo nacional, en un contexto de recesión económica internacional.
Al momento del lanzamiento de la medida en cuestión, las autoridades de la máxima institución bancaria del Estado expresaban que la mayor parte de la cartera de bancos -tanto nacionales como extranjeros- no otorgaba líneas de créditos al sector PYME, más allá de algunas excepciones . En ese sentido, aquellas autoridades planteaban la necesidad de que los bancos comenzaran a incluir entre sus operaciones habituales el otorgamiento de este tipo de créditos, ajustados a las reales necesidades y posibilidades de pago de los pequeños y medianos empresarios. De hecho, las mismas autoridades reconocían que -al momento de la conformación de la referida medida- un gran número de PYMEs se encontraban demandando créditos para inversión que, a pesar de estar en condiciones de producir márgenes de ganancia considerables a los bancos prestamistas, no hallaban quien los financiara.
Concretamente, la medida en cuestión implica que los bancos que operen en Argentina deberán prestar el 5% de sus depósitos privados a proyectos de inversión, a una tasa de interés fija del 15%, con la particularidad de que la mitad de aquellos depósitos tendrán que ser otorgados a las PYMEs. En los casos en que los créditos se acuerden por períodos mayores a tres años, las partes intervinientes podrán fijar la tasa adicional a aplicar luego de estos primeros años. Cabe destacar que los mencionados préstamos se orientarán a la compra de bienes de capital -nacionales o importados- y a proyectos de gran magnitud, ya que no está permitido que se aboquen a financiar capital de trabajo ni exportaciones.
Esta medida forma parte de un conjunto de políticas públicas destinadas a revertir la destrucción del tradicional modelo de desarrollo industrial nacional. Aquel modelo comenzó a ser vapuleado a partir de mediados de la década de 1970 y su desarticulación se consolidó en la década de 1990. En el marco de aquel último decenio del siglo XX, la “cuestión PYME” aparecía desde un lugar muy secundario pero -al mismo tiempo- novedoso, tal como lo señala Sztulwark : “La nueva mirada recogía, por un lado, una nueva preocupación por el desempleo -elemento crítico en el marco de los programas de ajuste estructural aplicados en la mayoría de los países de América Latina- y, por el otro, nuevos enfoques teóricos que le asignaban a las pequeñas y medianas empresas un nuevo rol dinámico en la consolidación de un sistema nacional de innovación. Por lo tanto, las reformas de segunda generación traían consigo un nuevo consenso sobre políticas activas, donde las pequeñas y medianas empresas desempeñaban un papel protagónico.”
El mismo autor comenta que fueron dos hechos los que brindaron las bases del nuevo sistema de fortalecimiento de las PYMES aplicado en nuestro país. En primer lugar, la creación de la Agencia Nacional de Promoción de la Ciencia y la Tecnología (ANPCyT), orientada a favorecer la innovación productiva dentro de aquellos pequeños y medianos emprendimientos, y que posibilitó otorgar mayor importancia al Fondo Tecnológico Argentino (FONTAR), generado unos años antes. Y, en segundo, la apertura de la Secretaría de la Pequeña y Mediana Empresa (SEPYME), institución especialmente dedicada a proyectar e implementar medidas orientadas a PYMES. Estos nuevos organismos convivirían, y, en los mejores casos, aunarían esfuerzos, con otros ya existentes, tales como el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) y el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), los cuales ya venían implementado medidas focalizadas en la “cuestión PYME”.
A partir de la crisis estructural que sacudió a nuestro país hace más de diez años, y tal como anticipamos previamente, en la actualidad podemos identificar la implementación de nuevo modelo de desarrollo económico -tendiente a superar la destrucción del antiguo esquema de desarrollo industrial-, basado en dos premisas fundamentales: la devaluación de la moneda nacional, que funcionó como mecanismo para proteger la producción local e incentivar las exportaciones; y la puesta en marcha de un patrón de crecimiento basado en una elasticidad empleo-producto relativamente elevada, que ha permitido alcanzar, por un lado, un crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI) de un 9% anual, y, por el otro, una baja de 10 puntos en la tasa de desocupación y un descenso considerable de los niveles de subocupación y trabajo no registrado . Será dentro de este nuevo modelo de desarrollo que la “cuestión PYME” tomará un renovado impulso, el cual le permitirá alcanzar un crecimiento muy superior al observado durante la década de 1990.
Podemos dar cuenta de los conceptos hasta aquí enumerados a través de una serie de cuadros presentados por Sztulwark en su mencionada obra . El primero de éstos ofrece la cantidad de micro-empresas y PYMES creadas durante las diferentes etapas a las cuales nos hemos referido anteriormente. La serie de años para los que se presentan datos toma inicio en 1996, ya que, como mencionamos, es a partir de la mitad de aquella década que comienzan a implementarse medidas tendientes a favorecer el desarrollo de pequeñas y medianas empresas.
CREACIÓN NETA DE EMPRESAS EN TASAS DE VARIACIÓN ANUAL
Vemos que en el año 2004 se alcanza la mayor tasa de variación anual respecto a la creación neta de empresas, lo cual expresa que durante el mismo se produjo el mayor crecimiento del número de PYMES generadas en nuestro país. El segundo cuadro detalla las ramas de actividad a las que están orientadas las empresas creadas en aquellos períodos:
CANTIDAD DE MIPYME EXISTENTES POR RAMA DE ACTIVIDAD
A partir de la lectura del mismo se observa que la mayor parte de las PYMES creadas se orienta al sector de los servicios, luego, al del comercio, y, por último, al de la industria. La distribución de aquellas orientaciones se divide, entonces, del siguiente modo: 56% al sector servicios, 30% al comercial y 14% al industrial. Vemos, además, que la jerarquía entre los tres sectores, respecto a la cantidad de empresas que contiene cada uno, no se ha modificado sustancialmente durante los años estudiados. El próximo cuadro expresa que el crecimiento del “sector PYME” puede reconocerse no sólo a través del número de empresas creadas a partir de la recuperación económica, sino también, mediante la cantidad de puestos de trabajo generados por las mismas:
ASALARIADOS REGISTRADOS EN MIPYME
Podemos identificar que, sobre la base de las cifras ofrecidas, las pequeñas y medianas empresas han mostrado un fuerte dinamismo en relación a la generación de puestos de trabajo, lo cual ha implicado que este tipo de emprendimientos absorbiera el 60% de los puestos creados a partir de la salida de la crisis.
A más de diez años de la puesta en marcha del conjunto de medidas hasta aquí mencionadas, Aggio y otros identifican dos grandes áreas encargadas de trabajar específicamente sobre “la cuestión PYME” en nuestro país, al momento actual:
– El área orientada a la creación, desarrollo y expansión de este tipo de empresas, agrupadas dentro de la Secretaría de la Pequeña y Mediana Empresa y Desarrollo Regional (SEPYME).
– El área encargada de apoyar la innovación dentro de este tipo de empresas, conformada entre el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) y la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT) .
En relación a los elementos que se presentan como más difíciles de afrontar para las empresas en cuestión, analistas pertenecientes a diversos organismos nacionales e internacionales, y desde diversos enfoques, sugieren algunos puntos pendientes en la agenda institucional de las políticas públicas orientadas a la “cuestión PYME”. En este sentido, Bebczuk señalaba en 2010 que algunos de aquellos puntos eran: el escaso nivel de circulación de créditos para las pequeñas y medianas empresas, producto no sólo de una restricción por el lado de la oferta de éste sino también por el lado de la demanda del mismo (a pesar de que, como conjunto, los empresarios PYME demanden un mayor nivel de financiamiento estatal); la falta de un sistema estatal de manejo de información que centralice los principales datos e indicadores de la “cuestión PYME”; y la ausencia de un aparato estatal de asistencia técnica y financiera que acompañe, realmente, el proceso de creación, desarrollo y expansión de pequeñas y medianas empresas. El mencionado autor intenta dar cuenta de los fenómenos enumerados a través de un cuadro que expresa la porción de empresas que resaltan como un problema para su crecimiento el acceso al crédito, en comparación con un conjunto de países seleccionados por contar con una estructura económica asimilable a la argentina :
PORCENTAJE DE EMPRESAS QUE IDENTIFICAN EL ACCESO AL CRÉDITO COMO UN PROBLEMA SERIO PARA SU CRECIMIENTO EN ARGENTINA Y PAÍSES SELECCIONADOS
Podemos afirmar, entonces, que si la medida implementada por el Banco Central -orientada a superar las dificultades que desde hace una importante cantidad de tiempo las PYMEs afrontan en relación a su financiamiento- logra surtir efecto y orientar la oferta de créditos hacia este sector, sus lineamientos se habrán convertido en herramientas contracíclicas de probada eficiencia, al permitir incrementar el nivel de desarrollo productivo nacional, en un contexto de recesión económica internacional.
Por Lucía Gutiérrez
Departamento de Políticas Sociales de CECREDA