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¿Un mundo agradable? El nuevo paisaje mundial y sus limitaciones

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2017 pasó, el tiempo se nos deshace en las manos. Las evaluaciones del año pasaron también y la situación mundial actual luce bipolar, con muchos problemas por un lado y, por otro, buenos augurios y noticias alentadoras.  El periodista Nicholas Kristof arremete diciendo que ese año, el 2017, fue el mejor de la humanidad (1).

Que disminuyó el número de personas afectadas por lepra, las cegadas por tracoma; que todos los días hubo 217 mil indigentes menos y ya son menos del 10 por ciento del total de la población; que 325 mil personas por día empezaron a tener acceso a la electricidad y 300 mil más acceso a agua potable. Que menos del 15 por ciento es analfabeta. Que después de miles de generaciones somos testigos de estos progresos.

Nos apura: “¿En qué momento de la historia preferirías vivir?”. Menciona progresos respecto a temas como discriminación, sexualidad y libertades personales, gobiernos democráticos, mortalidad infantil, conflictos bélicos, rol de la mujer. 

El periodista asevera que el progreso global podría ser el suceso más importante de nuestros tiempos y, sin embargo, no recibe cobertura periodística alguna. No niega lo negativo de este mundo y sus riesgos, pero dice que esto otro existe, y que hay que dejarlo claro.

Por otra parte, el crecimiento económico mundial en 2017 rondó el 3,5%. Al respecto, el periodista Chris Giles (2) sentencia : “Dejando atrás los problemas de la década transcurrida desde la crisis financiera mundial de 2008-2009, los pronósticos mejorados del Fondo mostraron que las perspectivas económicas para este año y el próximo probablemente sean las mejores desde el comienzo de la década”.

Informa que el FMI mejoró sus pronósticos de crecimiento económico mundial para los próximos tres años dado que hubo resultados mejores a los que esperaba la institución. Así la producción mundial crecería un 3,9 por ciento tanto en 2018 como en 2019.

Sin embargo, agrega, el organismo advirtió que existen amenazas a mediano plazo que podrían afectar la economía si se repiten convulsiones políticas o si se diseminan medidas antiglobalización. Para protegerse de esto, la directora del FMI instó a todos los países a impulsar reformas que mejoren el potencial de crecimiento y minimicen las presiones aislacionistas.

Vemos dos miradas optimistas del año pasado y de lo que viene, dos formas de analizar la situación mundial. La primera hecha luz sobre importantes avances en bienestar humano y la otra muestra una óptica monolítica: el endiosamiento al crecimiento de la producción. 

Pero ¿cómo compatibilizar estas miradas con una realidad que por momentos se nos presenta aterradora, extremadamente injusta y potencialmente irremediable? ¿Por qué no basta con los nuevos bríos del crecimiento económico y los avances sociales alcanzados? Es importante incorporar ambas miradas y unirlas al panorama más complejo existente. 

PROBLEMAS ESTRUCTURALES

El cuadro planteado podríamos completarlo con otras pinceladas que nos permitan ver cómo interactúan las informaciones analizadas. 

La situación es más compleja si miramos a mediano plazo. De acuerdo con la OCDE (2017), el ritmo de crecimiento no se mantendrá firme por mucho tiempo ya que estima que luego 2019 se desacelerará. La institución entiende que la débil evolución de la inversión es una de las culpables de esto: prevé que se sitúe solo cerca de un 15% del producto en el bienio 2018/19. De este modo para 2019, a medida que comiencen a aparecer restricciones de la capacidad productiva se extinguirían las condiciones cíclicas favorables.

En estas predicciones subyace un comportamiento pobre de la productividad del trabajo, que expresaría los efectos persistentes de la baja dinámica de la economía y la lentitud con que las nuevas tecnologías pasan a formar parte del sistema productivo. Esta debilidad sistémica del capital es el disparador de la búsqueda de reformas (laborales y previsionales) que tienen al trabajador como centro, como actor que debe ceder.

Asimismo, los niveles de endeudamiento permanecen en valores elevados. La OCDE alerta sobre la correlación entre alto endeudamiento y riesgo de futuras recesiones severas, y advierte que, si bien el crecimiento puede intensificarse, no hay que descartar la posibilidad de traspiés que golpeen sobre la valuación de activos. La incertidumbre derivada de la evolución de las políticas comerciales y de los efectos de la normalización de las políticas monetarias ensombrecen más el panorama.

Pero más allá de estas amenazas existen otros problemas estructurales, de largo plazo. Pasaron más de 10 años del inicio de la última crisis mundial y transcurren los días en el mundo con cierta incertidumbre. El malestar que ha generado la globalización en vastos sectores de países centrales más la considerable magnitud de problemas que rodean a los países sub-desarrollados, emergen en un sistema internacional acéfalo. Este contexto, sumado a la búsqueda innata del hombre de querer más y mejores condiciones de vida, es sin duda un agravante de su estado. Empeorando el panorama, los miedos, pensar que el día de mañana puede ser peor nos exaspera.

¿Por qué llegamos a pensar tales cosas conociendo todos los avances de la humanidad existentes? Sin duda, las razones tienen fundamentos sólidos, en problemas estructurales que no estamos pudiendo solucionar y que se agravan día a día. 

En primer lugar, el reduccionismo económico que celebra el crecimiento económico sin más análisis pasa por alto que la apropiación del ingreso que deviene de una mayor producción realizada no necesariamente se traduce en mayores posibilidades repartidas equitativamente. 

En este sentido una investigación realizada en el Instituto Federal de Tecnología de Zúrich develó, luego del análisis de más de 43 mil compañías transnacionales, que solo 147 de ellas controlan sociedades que concentran el 40% de los ingresos corporativos mundiales, siendo la mayoría instituciones financieras. Este poder desproporcionado sobre la economía global de una minoría les permite ejercer posiciones de poder que afectan la competencia del mercado y la estabilidad financiera mundial. (Vitali, Glattfelder y Battiston, 2011)

La contracara de esto: hoy más que nunca la existencia de pobres responde a la forma en que está organizado el mundo. De repartirse el total anual de ingresos de la economía en partes iguales corresponderían 17.300 dólares a cada persona (casi 29 mil pesos por mes). Si bien esto luce imposible de lograrse, dista demasiado de la realidad en la que no se garantiza un piso de condiciones de vida dignas. Las desigualdades en sí no son negativas pero la magnitud de las existentes es perjudicial para la economía. El informe de Oxfam de enero de 2016 indica que el 1% más rico del planeta concentra más riqueza que el 99% restante. (Turzi, 2017) 

El panorama es más sombrío repasando otro aspecto del problema: la pérdida de poder de los Estados frente a los capitales privados. Esto puede analizarse directamente viendo que proporción de la riqueza total pertenece a cada uno. El caso chino es espectacular ya que la porción de la riqueza pública se redujo a la mitad entre 1978 y 2015. La riqueza pública ha devenido negativa en Estados Unidos, Japón y el Reino Unido y es levemente positiva en Alemania y Francia. Esto limita fuertemente el poder gubernamental para redistribuir el ingreso y reducir la desigualdad. (Alveredo et al., 2017)

Por supuesto, la pérdida del poder público es más amplia, excede al fenómeno de Estados pobres. Las políticas implementadas en el mundo en las últimas décadas debilitaron los Estados-nación; la contracara de esto fue la imposición de nuevas reglas, emergencia de ciertos fenómenos (diseminación de paraísos fiscales, terrorismo, fuerte segmentación social) y un mayor papel de entidades privadas (multinacionales, ONG, intergubernamentales, etc.). 

Wilkinson y Pickett (2009) muestran que cuando aumenta la desigualdad la salud de la población en general empeora, experimenta mayores niveles de enfermedades mentales y obesidad y cuenta con una menor esperanza de vida; el desempeño escolar cae; el crimen se acrecienta, la sociedad es más violenta, hay más personas en prisión, y las relaciones entre los grupos se vuelven infrecuentes y conflictivas, por los abismos que se crean entre grupos con profundas diferencias en sus formas de vida y lugares de residencia. (Schwab, 2016)

Esto deriva en menor legitimidad para las imposiciones fiscales, dado que los otros no son mirados como sujetos legítimos de justicia social, sino como peligrosos o merecedores de su peor suerte. (Kessler, 2014) Como vemos, los efectos de la desigualdad son cotidianos.

La búsqueda de mayor equidad debe ser transversal a todos los campos, pero la batalla central es sin duda la política productiva y allí la acción del Estado es insustituible. Si bien debilitado, lejos de haberse disipado, este actor aún representa el vehículo garante de las ganancias de las transnacionales y es un actor fundamental. Un informe de la ONU (2018) recomienda que las políticas se basen en diversificar las economías, reducir la desigualdad, pasar a finanzas que prioricen la meta de crear valor a largo plazo de manera sostenible, y prevenir y evitar conflictos y subsanar deficiencias institucionales.

Resumiendo, la desbordante desigualdad no es saneada por el crecimiento económico desregulado y las condiciones sociales se tornan frágiles en una multitud de aspectos.

El otro gran problema estructural que domina la situación actual es el deterioro ambiental. El nivel de contaminación volvió a crecer luego de cuatro años debido al aumento de la actividad económica y cada vez son mayores los efectos del cambio climático. 

El informe de Riesgos Globales 2018 del Foro Económico Mundial muestra información impactante. El 76% de los 31,1 millones de gente desplazada durante 2016 fue forzada a salir de sus casas como resultados de eventos climáticos adversos. Establece que las crecientes temperaturas y más frecuentes olas de calor irrumpirán sobre los ya estresados sistemas agrícolas y que la prevalencia de producción de monocultivos aumenta la vulnerabilidad de los sistemas alimentarios a las catástrofes – más del 75% de la comida mundial proviene de solo doce plantas y cinco especies animales de acuerdo a la FAO.

El informe agrega que globalmente el principal canal de pérdida de biodiversidad es la destrucción humana de hábitats. Un récord de 29,7 millones de hectáreas de cobertura boscosa fue expoliada en 2017, un área similar a toda Nueva Zelanda. Esta pérdida es 50 por ciento más alta que la de 2015. Asimismo, detalla que el 80% de la deforestación en países de la Amazonia es dedicada a la hacienda, sugiriendo que las presiones sobre el ambiente y los sistemas agrícolas se intensificarán mientras la población crezca, empujando la demanda de carne.

Según información de la Organización Mundial de la Salud en 2017 la contaminación fue responsable de mas de un 10% de las muertes totales, la mayoría de estas en países de bajo o mediano ingreso. Además, el 90% de la población mundial vive en áreas con niveles de polución en aire que exceden los recomendados por la institución.

Por si esto fuera poco, el reporte ya citado de la ONU (2018) marca que la transición hacia la energía sostenible avanza lentamente. Las energías renovables representan más de la mitad de toda la capacidad energética instalada recientemente, pero solo suponen alrededor del 11% de la energía generada en todo el mundo.

De este modo, los problemas ambientales actuales y potenciales ensombrecen los avances de la humanidad, hacen todo más volátil e impredecible. Como vimos, el crecimiento económico sin reservas solo agrava las dificultades en este campo. 

Al igual que la ambiental, otra arista que daña las posibilidades de lograr un desarrollo sostenible y aumenta esa sensación de poder perderlo todo de un momento a otro es la militar. Como establece la UNESCO (3), sin paz no será posible ningún modelo de desarrollo. La tenencia no monopólica de armas nucleares sumada a la gran interdependencia económica global son los dos principales factores de disuasión de conflictos armados actualmente. Sin embargo, gran cantidad de estos eventos siguen generando violaciones a derechos humanos básicos en todo el mundo, lo que aniquila todo progreso socioeconómico.

Obviedad de obviedades, un mundo en guerra es un mundo que despilfarra y deteriora irreversiblemente las condiciones de vida de la sociedad.

Otro elemento estructural que no se puede soslayar es la existencia de una crisis de las democracias occidentales. Como suele establecer el especialista Juan Tokatlian, hay una polarización real en el mundo, se ha ampliado la desigualdad; y junto a esta hay una polarización subjetiva que los líderes políticos utilizan para extremar posturas e incitar debates porque les es redituable. Hablan de diálogo y de unidad nacional, pero sus políticas contradicen los discursos. Este problema es sustantivo para las democracias contemporáneas y común a todas ellas.

El caso estadounidense es emblemático, Trump ofrece solo simbólicamente lo que sus votantes le pidieron. Su incapacidad es evidente para lograr mejores trabajos y condiciones de vida de modo sostenible. Sin embargo, en términos simbólicos utiliza como “enemigos” a musulmanes o latinos para descentrar el debate sustancial.

Esta crisis de occidente conduce a políticas económicas erradas e inconvenientes para el crecimiento sustentable y provoca una pérdida de capital social en estas sociedades. Hablo de reducción del grado de confianza entre sus miembros, menor capacidad de asociación y de conciencia cívica.

En definitiva, problemas de desigualdad, ambientales, militares y políticos. Las causas últimas de lo que definen la calidad de vida. Las políticas neoliberales olvidan las respuestas integrales, el concepto de desarrollo humano. Que las políticas prioricen este concepto requiere de la emergencia de cierta ética que subordine la mera lógica de la rentabilidad. Como establece Edgar Morin (4) es la conciencia y el sentido de la comunidad de destino planetario la que podría conseguirlo.

CONCLUSIONES

¿Por qué las mejoras sociales y las noticias positivas no parecen ser suficientes para el mundo de hoy? Vivimos en un capitalismo con problemas estructurales que empalidecen ambos factores. Vivimos tiempos complejos y somos conscientes de eso. Un año como 2017 mostró crecimiento económico con mayor desempleo, el que llegó al 7,9% de la población. Más allá de los augurios, lamentablemente no se han dejado atrás los problemas ahondados por la última crisis financiera mundial.

Al ponerse en debate el papel de la globalización por estos días, se pierde cierta predictibilidad del mundo, lo que explica en parte la palpable inestabilidad actual. En un mundo cada vez más volátil y frágil, por las magnitudes que lo conforman, se genera desconcierto en la población, líderes y analistas.

En un mundo sin conducción visible y de expansión financiera, una robusta expansión material se hace desear. Este último tipo de expansión se ha producido tan solo cuando un nuevo bloque dominante ha conseguido suficiente poder mundial como para hallarse en condiciones de lograr asegurar una cooperación interestatal mínima. Esquemáticamente parecerían abrirse dos caminos claros, uno de claro choque entre China y Estados Unidos y otro de cierta cooperación entre ambos.

Trump y su administración sin duda constituyen un gran factor de inestabilidad. El pretende recuperar el liderazgo global, especialmente contra la emergencia de China y cualquier alianza de esta que afecten el poder y la hegemonía estadounidense. Pero lamentablemente, por las medidas que está imponiendo, la crisis económica y social de los EE. UU. difícilmente se supere.

Como sugiere la periodista Paula Bach, debe reconsiderarse el papel que jugará el elemento militar como puerta para nuevas transformaciones económicas y revoluciones tecnológicas a gran escala, lo que se conjugaría con las tensiones interestatales existentes, sobre todo si se consolida una situación de estancamiento económico en el futuro. 

Contracara de esto, el mundo de hoy ofrece extraordinarias herramientas con el protagonismo de la revolución digital. Utilizar estas en favor de la humanidad y de las diversas comunidades es un imperativo para todos los gobiernos. Evitar los usos perniciosos, y aprovechar aquellos virtuosos posibilitarán mayor libertad y democracia, gobiernos más transparentes y con mejores respuestas. 

Aún con riesgos e incertidumbres, de conseguirse una mayor simultaneidad de los ciclos económicos de las principales economías y estabilidad en los mercados financieros, se podría ampliar el margen de maniobra para reorientar las políticas hacia el desarrollo humano sustentable.

Estamos en un momento crucial, en el cual hay una posibilidad de mayor regresión de derechos, de condiciones de desigualdad mayores, o una salida progresista, que supere costos de la globalización, que repiense instituciones, que canalice las fuerzas del mercado y las tecnológicas hacia la inclusión, que remodele formas de articulación social. 

¿Qué países lograron imponer en sus políticas al desarrollo humano como meta central? Son pocos, tal vez Canadá, Australia, Corea, los países nórdicos, Nueva Zelanda. ¿Qué los caracteriza? Gobiernos poco “mediáticos”; eficacia de los servicios públicos; certidumbre sobre el futuro; estabilidad de las instituciones; equidad; diversos valores (derechos humanos y cero tolerancia a la corrupción); sistemas educativos igualitarios y Ciencia y tecnología como políticas prioritarias. No pasa por copiar recetas sino por reconocer posibilidades y límites y elegir un destino en el que todos puedan vivir bien. Eso es un mundo agradable.

Añes, Pablo Blas
Licenciado en Economía – Facultad de Ciencias Económicas – Universidad de Buenos Aires, Argentina 

1- Kristof, Nicholas. Por qué 2017 fue el mejor año de la historia de la humanidad The New York Times. Enero 2018.
2- Giles, Chris. El FMI celebra el incremento “más amplio” del crecimiento mundial desde 2010 Financial Times. Enero 2018.
3- UNESCO. Programa “La educación para el desarrollo sostenible”. 2011.
4- Morin, Edgar. “Estamos en un Titanic”. 1999.

BIBLIOGRAFIA

  • – Alveredo, F., Chancel, L., Pikkrty, T., Saez, E. y Zucman G.  (2017). Global Inequality Dinamics: New Findings from WID. Recuperado de: http://gabriel-zucman.eu/files/ACPSZ2017.pdf
  • – Kessler, G. (2014). Controversias sobre la desigualdad. Argentina 2003-2013, Argentina, Fondo de Cultura Económica.
  • – OCDE (2017). OCDE Economic Outlook 2017 . Recuperado de:  http://www.oecd.org/eco/outlook/economic-outlook/
  • – ONU (2018). Situación y Perspectivas de la Economía Mundial 2018.  Recuperado de  https://www.un.org/development/desa/dpad/publication/situacion-y-perspectivas-de-la-economia-mundial-2018-resumen/
  • – Schwab, K. (2016) La cuarta revolución industrial.  Ciudad de Buenos Aires, Argentina, Debate.
  • – Turzi, M. (2017). Todo lo que necesitás saber sobre el (des)orden mundial, Ciudad de Buenos Aires, Argentina, Paidos.
  • – Vitali, Glattfelder y Battiston (2011) The Network of Global Corporate Control , ETH Zurich, Suiza.
  • – WEF (2018). Global Risk Report 2018. Recuperado de: https://www.weforum.org/reports/the-global-risks-report-2018

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