Análisis y Desarrollo Político

UN SISTEMA FINANCIERO AL SERVICIO DE LA PRODUCCIÓN

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El sistema financiero es realmente una economía irreal, que nada tiene que ver con la generación de más riqueza mediante el trabajo o la producción de bienes o servicios. El sistema financiero podría generar riqueza en la medida en que participara activamente en el sector productivo del país. En este sentido, es imperioso avanzar de manera urgente y necesaria en una nueva ley democrática de entidades financieras que signifique dar un paso adelante en el camino hacia un sistema financiero más justo y equitativo en Argentina, condición fundamental para todo proyecto de desarrollo económico nacional con inclusión social.

El sistema financiero mundial se encuentra actualmente en agenda de todos los países. Su relación con la economía real y las maneras en que el sistema financiero contribuye a crisis como la que hoy vive el mundo entero, se encuentra en el ojo de la tormenta. Pero toda historia tiene un comienzo, y para poder interpretar este presente, es necesario, contando con las virtudes clarificadoras del revisionismo histórico, remontarse al pasado.

La génesis del sistema financiero puede rastrearse en la Inglaterra post Revolución Industrial, que tuvo la necesidad de realizar inversiones o tan sólo «hacer circular» el dinero excedente del comercio exterior. La mejor forma de darle curso a ese excedente y, de paso incrementarlo, fue la colocación de créditos a tasas usurarias en los países que comenzaban a desandar el camino de la independencia y la construcción nacional. El capital prestado implicaba un interés que reproducía a las divisas entregadas en el corto plazo, sin pasar por el sistema productivo y ni por la creación de valor agregado de algún bien. Por lo tanto estas divisas se incrementaron sin ningún esfuerzo productivo por generar riqueza de bienes.

Años más tarde, este sistema financiero fue tomado una forma corporativa, y lo que en principio era un simple empréstito, fue mutando en bonos de deuda pública, que cotizaron en las bolsas de valores que fueron creándose en todo el mundo, fondos de inversión y acciones que las empresas emitían para obtener dinero fresco a cambio de un compromiso de pago a futuro.

Esta fórmula para crear un sistema económico de la nada y que no produce ni genera riqueza tangible, generó un nivel de divisas sin un sustento en los bienes que deberían respaldarlo. Si la suba del valor accionario de una empresa depende de la decisión de un hombre y no de una generación tangible de riqueza, los límites de la economía real son sobrepasados.

Fue entonces que en los años 70, tras la fuerte suba del petróleo (commodity), el dinero excedente de la renta petrolera volvió a generar una necesidad de colocación de capital. Durante estos años existían cientos de países en vías de desarrollo, como el nuestro, que contaban con las imprentas listas para emitir bonos y hacerse de ese dinero fresco que aliviaría algunos aspectos deficitarios de sus economías, sin importar el costo que la sociedad pagaría.

Así comenzó un verdadero aluvión de créditos. Entre 1970 y 1980, América latina incrementó su deuda externa de 27 mil a 231 mil millones de dólares, lo que implicaba un pago anual de intereses por más de 20 mil millones. 

Durante esta década, y precisamente con el golpe militar, nace la argentina financiera o especulativa dirigida por el ministro Martínez de Hoz. No responde a ningún modelo, no pretende producir riqueza ni distribuirla, sino que utiliza los argumentos típicos de la escuela neoliberal de Chicago, para lanzar la reforma financiera que significó, en la práctica, la eliminación de todas las regulaciones sobre el comportamiento de los bancos y la limitación a la capacidad de acción del Estado Nacional. Inaugura así, un nuevo pedido de créditos a organismos internacionales: la Argentina recibió del FMI 400 millones de dólares.

Como consecuencia de estas políticas económicas, se produjo la quiebra de numerosas micro, pequeñas y medianas empresas (PYMES) y la adquisición de alguna de ellas por otras empresas más grandes o multinacionales. El sistema, de esta manera, se concentra y se extranjeriza, producto de los incentivos brindados a la entrada masiva de capitales foráneos a raíz de las elevadas tasas de interés y por la apreciación cambiaria que echaron a rodar la bicicleta financiera y un proceso para desmantelar el sistema productivo argentino. Esta fórmula vuelve a repetirse entre el 2015 y 2019 bajo la administración del Gobierno anterior endeudando al país en más de 44.500 millones de dólares, con una fuga de capitales en 45.000 millones de dólares (paradójicamente el monto prestado por el FMI) y dejando más de 9% de desocupados, con el cierre de más de 25000 pymes.

De esta manera, la valorización financiera se impuso sobre la productiva, generando una vez más la desarticulación del aparato productivo nacional.

Básicamente el sistema financiero es un medio de transferencia de riqueza más no de generación de riqueza. Para generar riqueza, debe crearse valor, agregar o generar valor, algo que poco sabe hacer nuestro sistema financiero en la actualidad.

Avanzar en un proyecto que promueva la producción y no la especulación, que le  brinde al sistema financiero argentino un marco legal más acorde a las necesidades de los clientes, universalizando su acceso, incorporando la problemática regional, en pos de una distribución más equitativa de la actividad financiera a lo largo del territorio nacional, limitando el grado de concentración.

Sin embargo, es importante advertir que para modificar la estructura actual del sistema financiero argentino, este proyecto debería estar acompañado por un paquete de medidas en el que se incluyeran también la modificación de la Carta Orgánica del BCRA y la creación de una Banca Nacional de Desarrollo que, en línea con una política productivista, atienda a las problemáticas específicas de las micro pequeñas y medianas empresas (PYMES), motor fundamental del crecimiento económico y social del país, puesto que contribuyen en gran medida a la generación de empleo genuino y a la inclusión social.

Mauro González

Presidente

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