Cuando lo que discutimos no es el fondo, sino las formas. Nuevamente nuestra Presidente está en funciones, para alegría de muchos argentinos, y desazón de otros. Los agoreros de siempre, imaginaban un país sin Cristina, a través de diferentes y alocados escenarios, pensando en diferentes artilugios constitucionales para poder ubicar, reubicar o por lo menos instalar a algunos de los candidatos que por una u otra razón les resultara afín a su pensamiento económico y político.
Hasta llegamos a escuchar a diferentes especialistas médicos y otros que no lo son tanto que, como de costumbre, opinaban acerca de la salud de la presidente y su futuro. El hecho es que cada hipótesis que se tejía semanalmente, terminaba cayendo a la siguiente por los propios hechos. Como ciudadano me espantaba la idea de que nuestra oposición política tuviese que asumir alguna responsabilidad mínima, cuando muchas veces resulta tan contradictoria en sus acciones. Recuerdo que cuando se propuso el voto de los menores de edad -que finalmente terminó siendo voluntario-, los partidos de la oposición, haciendo honor a su postura, se opusieron fuertemente a la idea.
Pero luego, y a partir de la campaña de las PASO, y viendo cómo algunas agrupaciones políticas se movían en el terreno, y armaban sus cuadros, me di cuenta una vez más, de la falta de capacidad y convicción por lo que finalmente hacían. En esa oportunidad también, se podía ver claramente la diferencia entre los candidatos que eran verdaderamente “animales políticos”, como se diría vulgarmente, con mucha “calle” y camino recorrido, y el que finalmente terminaba o termina siendo únicamente un “invento mediático”
Recientemente me llamó poderosamente la atención que sólo un partido o agrupación política festejara fuerte y visiblemente el día del militante. Me pregunto: ¿las demás agrupaciones políticas no militan acaso? Y si lo hacen, ¿por qué no lo festejan? Cuando me quiero contestar esa pregunta, nuevamente me asusta el futuro político de mi país.
El último dato que sorprendió a los opositores, pero también a ciertos politólogos u “opinólogos”, fue el resultado que habían tenido en las PASO -y después también- ciertas agrupaciones de izquierda. ¿Será que vienen militando desde siempre y por lo tanto lo hacen bien?
Por eso sigo convencido de que hacer política requiere, además de una importante cuota de pragmatismo, de mucha pasión, como todo lo que se encara seriamente en la vida, por vocación, por autorrealización y no por oportunismo. La pasión es una de las tantas emociones que motoriza las ideas y también las utopías; ocurre que las utopías son las que permiten cambiar a veces ciertas realidades.
Creo que algunos le temen muchos a que algunas utopías se cristalicen. Afortunadamente, la historia de todos los países está llena de personajes que creen en las utopías y, a partir de ellas, a veces logran cristalizarlas en hechos concretos.
La historia universal estuvo signada por diferentes líderes que, a partir de ciertas utopías, pudieron alcanzar profundas hazañas y cambios de todo tipo, como ser Alejandro Magno, Julio Cesar y, en nuestra Latinoamérica, Artigas, Bolívar, San Martin. Más contempéranos aún, Lincoln, Martin Luther King, y nuevamente en nuestra Argentina, Irigoyen y Perón.
Seguramente quedará en la historia el grupo de presidentes latinoamericanos que transformaron y siguen transformando lo que nació primero como una “utopía” y que luego fue y es el Mercosur.
Sigo pensando en que tenemos muchos políticos pero pocos “estadistas”, y cuando éstos surgen, crecen y se destacan, tanto la oposición como los diferentes poderes económicos que la apoyan, se desesperan por “marcarles” la agenda. Cuando esto no ocurre, no miden consecuencias ni medios para lograr un debilitamiento institucional; la historia se hace minuto a minuto y día a día; pero nunca se escribe, ni se discute instantáneamente. Por algo ciertos archivos políticos se abren después de 25 años o más. Afortunadamente, nuestro país y nuestro gobierno continua profundizando cambios, haciendo correcciones y, lo más importante, persigue “utopías” y las lleva poco a poco a la realidad, no sin esfuerzos, ni resistencias, pero obteniendo más logros que otras gestiones y gobiernos anteriores.
Ojalá que en los próximos años la dirigencia política esté a la altura de las circunstancias y, en lugar de oponerse por oponerse, realmente acompañen los grandes proyectos de cambio que nuestro país necesita.
Joaquín Desantis
Analista de Cecreda