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Las elecciones de Constituyentes y de autoridades territoriales en Chile el pasado 15 y 16 de mayo evidenciaron un cambio en la arena política partidaria tradicional y en la participación electoral. En estos comicios que se votó por Constituyentes, Alcaldes, Concejales y Gobernadores implicaron al menos dos aspectos: por una parte, se produjo un quiebre en las fuerzas dicotómicas de las coaliciones tradicionales; y por otra, la deslegitimación de los partidos políticos mediante la gran presencia de candidaturas independientes. Pero por sobre todo, los resultados fueron una invitación a repensar el rol de los partidos políticos y la profundización de la democracia.

Quiebre en las fuerzas dicotómicas de las coaliciones tradicionales.

Respecto al quiebre de la dicotómica organización electoral chilena es necesario mencionar que, desde el retorno a la democracia (liberal representativa) en 1990, la concentración electoral en las distintas escalas territoriales ha estado concentrada en dos grandes coaliciones: la Nueva Mayoría (previamente Concertación de Partidos por la Democracia), la cual ha aglomerado a los partidos de las fuerzas de centro-centro izquierda; por otro lado, la coalición de partidos de la derecha conservadora Chile Vamos (para estas elecciones Vamos por Chile). Sin embargo, el escenario de hoy es muy distinto, la emergencia de una tercera fuerza electoral ha roto ese esquema y ha puesto en jaque los jugosos réditos que han sacado las coaliciones tradicionales en estos últimos 30 años, con esto nos referimos a la irrupción de la coalición  de izquierda y centro-izquierda Frente Amplio, conglomerado político que nació recién el año 2017, compuesto por pequeños partidos formados por ex dirigentes estudiantiles y movimientos sociales.

En las recientes elecciones el Frente Amplio irrumpió sorpresivamente, transformandose en la tercera fuerza electoral en las distintas papeletas. Es importante reconocer que no ha sido una presencia rotunda o consolidada, pero da señales de un cambio en la configuración de la arena partidaria. Para ejemplificar esta situación podemos desglosar por papeleta electoras:

Constituyentes:

En la importantísima elección de Constituyentes (155 constituyentes encargados de redactar la futura Constitución Política) que fue impulsada desde la sociedad civil con el estallido social de octubre de 2019, gran parte de los expertos electorales daban por ganadores a la lista de la ex Concertación y de la Derecha, después de todo, desde el retorno a la democracia han sido los bloques políticos que se han alternado en el poder. Sin embargo, la gran sorpresa fue el buen desempeño que obtuvo la Lista del Pueblo y la Lista de Apruebo Dignidad, compuesta por el Partido Comunista (PC) y los partidos del Frente Amplio (FA).

            Elecciones Constituyentes 2021

LISTASAsientosporcentajes
Vamos por Chile3723,9%
Apruebo Dignidad (Independientes)2818,0%
Lista del Pueblo (FA+PC)2717,4%
Lista del Apruebo (Nueva Mayoría2516,1%

Fuente: www.servel.cl

Dentro de la lista de la coalición tradicional de la Nueva Mayoría (Lista del Apruebo), llama la atención el pésimo desempeño electoral de la Democracia Cristiana (DC), que en esta elección se redujo a su mínima expresión, logrando un solo constituyente. La DC junto con el Partido Socialista (PS) han marcado la política chilena durante más de medio siglo, por eso se señala que estos comicios estarían marcando un antes y un después en el sistema de partidos chileno.

Con el plebiscito de 1988, que marcó el fin de la dictadura de Pinochet, también se generó una suerte de clivaje Democracia v/s Autoritarismo, donde se articularon y ordenaron los diferentes partidos políticos. De ese proceso surgieron partidos nuevos, como el PPD (un partido de izquierda de socialdemocracia) y los partidos de derecha que surgieron bajo el alero del régimen de Pinochet: la UDI y Renovación Nacional (Vamos Chile). Hasta el año 2017, éstas fueron las fuerzas hegemónicas en la política chilena, sin embargo, en las parlamentarias de ese año surgió una nueva coalición política: El Frente Amplio, que intentó replicar otras experiencias de izquierda, como el Podemos español. Por eso se habla que hoy Chile estaría recuperando su configuración partidaria de tres tercios que existió hasta antes del Golpe de Estado: un eje de izquierda (PCCH, FA, Movimientos sociales), un centro político (los partidos de la Nueva Mayoría), una derecha (partidos de ChileVamos).

Territoriales:

En las territoriales, el FA alcanzó una presencia relativa que dio una señal de cambio, al menos a corto plazo y se sostiene en tres dimenciones: 1) se vislumbra un proceso de institucionalización del conglomerado, logrando ubicarse como tercera fuerza electoral en los distintos niveles territoriales: Local (Alcaldes y Concejales) 7,8% y Regional (Gobernadores) 16,5%; 2) alcanza sectores claves de presencia electoral (Valparaíso, Metropolitana y Libertador Bernardo O´Higgins. Zona Centro del país); y 3) busca consolidarse como opción presentándose sin pactos o alianzas, evidenciando el peso por sí mismo (en las Constituyentes decide ir acompañado con el Partido Comunista).

Presencia significativa de candidaturas independientes

Se evidencia en las elecciones territoriales un aumento en un 200% de candidaturas independientes electas respecto a las territoriales del 2016. En general, se presentaron candidaturas independientes en todos los pactos, inclusive en aquellos que participaban partidos tradicionales. Esto último generó en candidatos a Concejales comunales que no fuera lo suficientemente transparente la presentación de pactos que ocultaron alianzas con partidos tradicionales (la lista Unidos por la Dignidad, presentaron candidatos independientes, sin embargo representaba un pacto electoral entre el Partido Progresista PRO, Democracia Cristiana DC y Ciudadano – centro derecha). Pero la avasalladora presencia de candidaturas independientes en las distintas papeletas fue el cercano al 30% como promedio de porcentaje de votos. 

            Lo de las candidaturas independientes, aquellas fuera de pactos electorales, fue una cruda señal de lo deslegitimados que se encuentran los partidos políticos, ¿a caso no llama la atencion que incluso dentro de los pactos tradicionales aparecieran candidatos denominados “Independiente PS”? La señal es clara, para competir en las urnas, mientras más alejada tu candidatura de los partidos políticos, más chances podría tener.

Reflexiones Finales

Ya sea por la emergencia de una tercera fuerza de izquierda y la presencia significativa de candidaturas independientes, al parecer hay una reconfiguración de la arena partidaria con giro hacia la izquierda; además, del reflejo de una profundización de la crisis de los partidos políticos. Lo cual debiera conllevar a repensar la democracia liberal representativa y quizás ampliar las fuentes de representación ya no sólo mediante los partidos políticos sino también, a través de otras organizaciones de la sociedad civil.

Otro resultado de las cuatro elecciones fue el “triunfo” de la abstención: un 56,6% del electorado en la de constituyentes, la más relevante. Es un aumento de dos puntos porcentuales respecto de la primera vuelta en las presidenciales de 2017 y de seis puntos sobre el plebiscito del 25 de octubre de 2020, que confirmó el proceso constituyente, cuanto participó el 50,9%. Más de un millón de votantes se desplazaron al abstencionismo en siete meses (7.527.996 y 6.467.978, respectivamente). Otra conclusión, es que las elecciones desnudaron el debilitamiento de los partidos de centroizquierda de la ex Concertación y los de derecha “Chile Vamos” (que integró al Partido Republicano en su lista) y fortalecieron a la nueva izquierda (Frente Amplio) y al PC. Los de la ex Concertación eligieron 25 convencionales (16,1%), menos que los 28 (18%) de la nueva izquierda (Frente Amplio y PC) y los 37 de la derecha (23,8%), que no logró el tercio para ejercer un poder de veto en la Convención Constitucional. Si estos resultados se replican en la futura elección presidencial y parlamentaria del mes de noviembre, estaríamos ya hablando de un nuevo ciclo en la política chilena, ciclo que comenzó hace más de 30 años, con la recuperación de la democracia.

Crístian Arriagada
Cientista Político
Luis Trigo
Cientista Político

Es momento de cambiar la lógica de ocupación territorial hacia una matriz acorde a los desafíos que plantea la realidad pospandémica. A las enseñanzas que vamos acumulando a lo largo de este proceso. El mundo quizás ya no se trate de la universalización globalista y esté dando paso a modos de organización en menor escala. A sustituir las formas de concentración poblacional por esquemas de distribución demográfica capaces de reconectar a los individuos con sus lugares de orígen.

Quizás por esto se revitalice la aspiración de un país federal en el imaginario popular. El timming es inapelable. Pero el federalismo no debe ser un siemple ideal ni mucho menos un relato. El federalismo se construye brindándole a cada argentino la posibilidad de ser feliz en el lugar del país que elijan habitar. Y que esa elección esté sujeta al deseo y no atada a un compendio de necesidades propias de la supervivencia.

Quienes abandonan su lugar natal lo hacen en busca de un horizonte mejor que pareciera – a los ojos del interior – estar garantizado en las grandes ciudades del país. Si bien esto quedó desmentido durante la pandemia, es innegable que además de puestos de trabajo las ciudades ofrecen recursos e infraestructura. Pero no tenemos que olvidarnos de la causalidad que sostiene este fenómeno.

Historicamente cada asentamiento poblacional se construyó sobre la base de las posibilidades productivas que la zona brindase. Si hasta la Ciudad de Buenos Aires pareciera estar diseñada por las necesidades de optimización de la actividad portuaria. Y esto es porque la actividad productiva es la encargada de regular y ordenar la vida de las sociedades. En otras palabras, las posibilidades que tenga una comunidad estarán supeditadas a la escala de su entramado productivo.

Entonces debemos aumentar la escala. Debemos crear el marco necesario de incentivo y fomento para poder construir una matriz productiva federal que atienda a las necesidades de cada región y sepa obtener de ellas los mejores resultados. Necesitamos crecer a otra escala, de otra forma. Mientras el Estado comienza a delinear políticas que multipliquen las posibilidades de crecimiento en todo el territorio nacional, los empresarios tenemos el compromiso de organizar el entramado productivo.

Abrir fábricas que generen nuevos mercados. Nuevos mercados que atraigan individuos que demandarán escuelas y hospitales. Comercios y servicios capaces de satisfacer necesidades y aspiraciones tan heterogéneas como universales. Fábricas que alimenten la identidad de cada lugar. Porque la industria construye comunidad. En este caso, pequeñas y medianas comunidades de argentinos y argentinas que viven donde desean, con felicidad.

Mauro Gonzalez.

Día a día se suceden anuncios desde distintas carteras del gobierno que refuerzan nuestra convicción sobre la clara orientación productivista adoptada para proyectar la economía del país. A pesar del obstáculo que la pandemia significó para el desarrollo – local y mundial – en nuestro país la industria creció un 7,9% en enero, con sectores que mejoraron hasta un 20% respecto de 2019 (según el Centro de Estudios para la Producción (CEP XXI) del Ministerio de Producción de la Nación )

Pero esta recuperación es apenas un síntoma positivo. Queda mucho camino por delante para empezar a consolidar una reconstrucción significativa que reverbere en la experiencia cotidiana de los argentinos. De hecho, mientras se sientan las bases para un relanzamiento de la actividad industrial, lo urgente es la recomposición del mercado interno.

En este contexto es convocado el Consejo Económico y Social. Para redefinir las relaciones entre salarios, precios y tarifas. Para sentar un nuevo contrato distributivo que permita la posibilidad de pensar en un crecimiento sustentable. Pero esta discusión debe superar las expectativas de la inmediatez y accionar sobre la estructura económica per se. Resulta entonces un momento inmejorable para plantear la necesidad de acordar políticas productivas a largo plazo que garanticen el insumo indispensable para crear futuro: previsibilidad.

Los empresarios PYMEs necesitamos previsibilidad. Necesitamos un marco normativo consensuado que nos permita planificar nuestras inversiones independientemente del signo político gobernante. Porque lejos de los lugares que nos asigna el sentido común de la desindustrialización, los empresarios PYMEs creemos en la inversión productiva y el desarrollo de una industria nacional de excelencia que mejore las condiciones socioeconómicas de nuestro pueblo mientras construye soberanía.

Necesitamos estabilidad para crecer. Crecer para generar más puestos de trabajo. Más puestos que generen mejores salarios. Mejores salarios que robustecen el mercado interno. Necesitamos reinsertarnos en el círculo virtuoso del crecimiento con inclusión. Y la única manera de garantizar este camino es mediante la acción conjunta de todas las gremiales empresarias y los sindicatos de trabajadores. 

La historia argentina ha demostrado que oscilar entre proyectos industrializadores y matrices de especulación financiera es un fenómeno, cuanto menos, esperable. Como también ha quedado de manifiesto que los modelos productivistas generan condiciones que favorecen la movilidad social, aumentan las tasas de empleo y crean escenarios de estabilidad social. En esta línea debemos insistir para consolidar políticas económicas a largo plazo que aseguren la continuidad de un proceso de desarrollo inclusivo a pesar de las embestidas neoliberales.

Ahora es el momento de las PYMES.

Mauro Gonzalez
Presidente
Centro Estrategico para el Crecimiento y Desarrollo Argentino (CECREDA)
Empresario Pyme Textil

Sin importar la forma que la ideología neoliberal tome para gobernar nuestro país, su plan económico se repite sistemáticamente: apertura de fronteras para productos importados, quitas de subsidios a la producción y desregulación cambiaria en nombre del libre mercado y la integración internacional. Pero en definitiva, este tipo de medidas no tienen otra intención más que favorecer un clima de especulación y acumulación financiera en detrimento de todo proyecto de desarrollo industrial.

También sistemáticamente, todas estas aventuras liberales han sido reforzadas con campañas comunicacionales que supieron erosionar hasta el estigma al empresariado nacional. Claro que los tiempos cambian y los mensajes se adecúan. Aquella silla colapsando en la pantalla chica parecería hoy poco más que una sátira. Los conceptos se actualizan porque los resultados de los grupos focales así lo demandan. Pero los planes no cambian.

La última experiencia neoliberal nos costó el cierre de 25 mil empresas argentinas mientras el entonces presidente, Mauricio Macri, nos explicaba las virtudes de la competitividad. Instalaba ideas como la ineficiencia, los altos costos laborales o el grado de sindicalización de nuestros trabajadores con el único fin de ocultar la verdadera intención de su gobierno: desmantelar el entramado productivo nacional.

Los mensajes se adecúan, pero los planes no cambian. Se construye sentido común a través de discursos mientras se refuerzan las vías de acción política. Se argumenta la aniquilación. Porque cabe aclarar que no fue la capacidad retórica de Macri lo que contuvo a gran parte de la dirigencia gremial empresaria, sino la intervención de las entidades que nos representan. Ya fuera de hecho o mediante el uso de influencias.

Ningún modelo neoliberal admitirá jamás una visión de desarrollo industrial porque necesitan pobreza, desempleo e inequidad para funcionar. La idea de competitividad trafica concentración económica y geográfica, postergación del mercado interno y precarización laboral. Entonces, las pequeñas y medianas empresas son atacadas no por su falta de competitividad, sino porque representan una amenaza ética para estos modelos.

Ya no podemos ignorar la variable cultural a la hora de planificar nuestra actividad. Tenemos la obligación de proyectar políticas empresariales que contemplen esta noción para generar un compromiso mayor con el resto de la sociedad. El empresario PYME está llamado a ser un nuevo sujeto social, capaz de comprender que su lugar está junto a los trabajadores y cada uno de los argentinos que aspira a la construcción de un país más justo. De lo contrario, todos los esfuerzos que hagamos serán sepultados eventualmente ante otra embestida neoliberal.

La asimetría de fuerzas nos obliga a estar en el territorio. Debemos unirnos para amplificar nuestro mensaje. La responsabilidad social no debe ser reducida a acciones aisladas y políticamente correctas. Debe ser un actitud revolucionaria. Una militancia permanente y dinámica que permita a la ciudadanía descubrir la importancia de la industria nacional. Tenemos que demostrarle a cada habitante de nuestro país que las pequeñas y medianas empresas están listas para construir un futuro mejor.

Cuando empezamos a transitar las primeras semanas de la pandemia, en un escenario de completa incertidumbre, algunos pensadores y referentes políticos imaginaban la posibilidad de un cambio radical en nuestro modo de acumulación a nivel global. Surgió entonces un espíritu humanizador de la economía que se sostenía en la convicción de que el capitalismo salvaje estaba implosionando y ya no podría dar respuesta a las necesidades de una sociedad empobrecida y muy golpeada.

Esta parábola parece casi anecdótica. Poco tiempo tuvo que pasar para que esta ilusión se desmorone ante la evidencia de un mundo que recrudece sus mecanismos coercitivos para asegurar la concentración de riqueza por parte de los grandes ganadores de siempre. Las empresas transnacionales desoyeron las necesidades de la sociedad y amenazaron con despidos. Los grandes pooles exportadores especularon con la liquidación de divisas y la provisión de alimentos. Y los bancos, sencillamente, fueron fieles a su tradición.

Hacia fines de marzo, el Gobierno Nacional dispuso la creación de una línea de créditos al 24% anual con 3 meses de gracia para que las pequeñas y medianas empresas pudieran acceder al capital necesario para sobrevivir a la pandemia y conservar los puestos de trabajo. Y a pesar de las sanciones que poco después aplicaría el Banco Central, las entidades financieras se mantuvieron reticentes a otorgarlos alegando que los beneficiarios representaban un alto riesgo de incobrabilidad. La casa siempre gana.

Hacia fines de 2015, la intermediación financiera representaba el 3,95% del PBI y se ubicaba en el undécimo lugar del ranking que ordena las 12 actividades con mayor influencia en el valor agregado nacional. Las políticas económicas adoptadas por el gobierno de Mauricio Macri significaron la suba de casi un punto porcentual de participación, alcanzando el 4,92% y una consecuente escalada a la novena posición. Como contrapartida, la industria – que hasta 2015 encabezaba el ranking en cuestión como la actividad que más valor agregado generaba – descendió al segundo lugar. 

Las mentes más obtusas (o simplemente cómplices) alegaron que ninguna entidad privada ingresa al mercado con la intención de perder. Ni siquiera admitirán la posibilidad de que estos reduzcan sus márgenes de ganancia en un contexto donde casi todos estamos perdiendo. Pero esta simplificación no es inocente. Dista de ser una lectura errónea. Es el intento manifiesto de velar las intenciones de un sistema que está configurado para favorecer la especulación financiera en detrimento de todo intento industrializador.

La banca privada ha sabido obstaculizar (hasta a veces desvanecer) los intentos de cada pequeña y mediana empresa del país que quisiera acceder a los programas impulsados por el Ejecutivo para sostener la producción y el trabajo. La pobreza y el desempleo no pueden ser leídas solamente como consecuencias del capitalismo salvaje, sino que son además su insumo indispensable. 

La casa siempre gana. Y gana más aún con cada vez que pierde la producción. Entonces, ¿por qué habría de responder a las necesidades de la industria nacional? Las pequeñas y medianas empresas de todo el país necesitan una alternativa. Las PYMEs necesitamos una banca especializada destinada al desarrollo sustentable de nuestro entramado productivo a través de créditos para bienes de producción y programas de inversión. Necesitamos la apuesta concreta. Un pleno al futuro industrial de nuestro país.

Mauro Gonzalez

La pandemia no solamente ha afectado toda la actividad económica a nivel global, sino que también ha lastimado la estructura misma que organizaba las relaciones de producción. En todas partes del mundo vemos como los estados comienzan a hacer especial énfasis en la necesidad de repensar la matriz distributiva de las naciones.

En este sentido, se instala una idea de justicia tributaria. Una trasferencia de recursos desde los sectores más acaudalados hacia las inmensas mayorías que son más afectadas por la crisis. Por todas las crisis. En resumidas cuentas, un impuesto a los grandes patrimonios.

Esta discusión ya se ha instalado en la agenda de países como España, Italia, Rusia, Suiza, Brasil, Chile, Bolivia y Ecuador. Sean proyectos oficiales o iniciativas de la oposición, el tema se ha tornado ineludible hasta en los Estados Unidos. Aún en Alemania, donde ya existe una política tributaria altamente distributiva, analizan actualizaciones dada la dimensión de la crisis.

La Argentina no es excepción. Especialmente, después de un período en el que los dueños de las mayores riquezas se beneficiaron con blanqueos, magros controles de capitales, transferencias millonarias del Estado y – en consecuencia –  más concentración.

Quizás por eso resulten tan insostenibles los argumentos en contra del aporte extraordinario. Porque no están sujetos a ninguna premisa sólida o verificable. Porque inclusive se opone a la voluntad de gran parte del electorado que estos voceros del poder dicen representar. La resistencia a este aporte solidario es la punta de lanza de una cruzada de los sectores mas concentrados por mantener el status quo.

Porque ante la materialización de una contribución excepcional podremos comenzar a imaginar un sistema tributario progresivo. Pensar en transferencias planificadas que incentiven la producción nacional. Superar la falacia de creer que la inversión y el trabajo dependen de aquellos que siempre han preferido los réditos de la especulación financiera.

Esta experiencia indefectiblemente pondrá en crisis varios lugares comunes sobre el rol del Estado en la organización de nuestra sociedad. O al menos nos servirá para confirmar que no es la intervención estatal lo que inquieta, sino que se intervenga dando respuesta a las necesidades de los sectores más vulnerables y las demandas de los grupos que aspiran al desarrollo soberano. En definitiva, lo que inquieta es un horizonte de justicia social.

Mauro González
Centro Estrategico para el Desarrollo y Crecimiento Argentino (CECREDA)
Empresario Pyme Textil

Desde el Centro Estratégico para el Crecimiento y Desarrollo Argentino (CECREDA) compartimos un documento elaborado por el Ministerio de Desarrollo Productivo de la Nación, en materia de desembarcos e inversiones de capitales provenientes de grandes empresas, tanto nacionales como internacionales, que ayudarán significativamente a la reactivación productiva en Argentina.

Como es de público conocimiento, durante estos últimos dos meses el llamado “éxodo de empresas” fue tema de agenda en todos los medios de comunicación, en consecuencia del clima de incertidumbre e inestabilidad económica y financiera por la pandemia y la volatilidad del dólar.

Si bien esto ha llevado a que grandes compañías se vean obligadas a abandonar sus bases en el país y dejar severas secuelas en materia de empleabilidad y la reducción de la capacidad instalada industrial, no se ha hecho hincapié en la otra cara de la moneda; en que muchas otras corporaciones, pese al contexto adverso, apuestan a ampliar sus operaciones en Argentina, aumentar su línea de producción e invertir en nuevas matrices.

En el mencionado documento se detalla la activa inversión y atracción de capitales de un total de 35 grandes y medianas empresas del rubro automotor, combustibles, tecnología, alimenticia, agro, laboratorios, textil y electrodomésticos, entre las que se destacan: Volkswagen, Newsan, Quilmes, Tn & Platex, Globant, Biogénesis Bago, Intel, Unilever -entre otras-, por valores millonarios, que significan un gran incentivo para el tan esperado reflote económico.

Entre otros datos publicados por el organismo, se destaca, que, el desmantelamiento de empresas en la actualidad son un sólido producto de un sin fin de consecuencias arrastradas desde 2015 en adelante. Desde ese entonces, fueron más de 25.000 las empresas las que dejaron de existir en Argentina entre dicho periodo a diciembre de 2019, incluso representan valores superiores a la crisis de 2001-2002.

Cabe resaltar además que este proceso de destrucción del entramado productivo se produjo en simultáneo con el incremento de la deuda externa, afrontado y reparado por el Gobierno de turno actual, luego de que renegociara exitosamente de la reestructuración de la misma, generando de este modo nuevas condiciones para la inversión futura.

Sin lugar a dudas, este voto de confianza al país representa una recuperación paulatina y progresiva, clave para el crecimiento y desarrollo de la región en el corto y mediano plazo, acompañado además por políticas implementadas por el Estado para mitigar la crisis industrial y productiva.

Para acceder al documento haga clic aquí.

A diez años de su muerte, queremos honrar a un hombre, un hombre que ya está en las páginas de los libros de historia que se están escribiendo y se escribirán. Su nombre: Néstor Kirchner. Desde el año 2003, se ha logrado no sólo un crecimiento cercano al 80%, reducir la pobreza y la indigencia a los niveles mas bajo, mejorar la educación pública y fortalecer el entramado productivo Nacional, sino que permitió volver a creer que una Argentina desarrollada es posible: una Argentina independiente, justa y soberana.

Pero más allá de números e indicadores generales, se debe justamente a este HOMBRE algo que es imprescindible para que Argentina se desarrolle económica y socialmente: la FUERZA y la ESPERANZA. Vemos con mucho placer esta virtud en miles de jóvenes militando por una Argentina mejor, lo vemos en nuestros científicos al regresar a nuestro país, en nuestros empresarios nacionales apostando a este crecimiento e invirtiendo sus utilidades, vemos en nuestros trabajadores el progreso y el acceso a una vida digna y los estudiantes eligiendo en que universidad nacional, pública y gratuita se formanarán para continuar desarrollando la Argentina.

Cuando un hombre mejora estadísticas, lo tomamos positivamente y lo consideramos un buen estadista. Cuando un hombre, como Néstor Kirchner, cambia la vida de millones de personas, queda en el recuerdo colectivo por siempre.

Desde el Centro estratégico para el crecimiento y desarrollo argentino (CECREDA) creemos que más allá de estas palabras, la mejor forma de honrar el legado de un hombre que ha contribuido al país es necesariamente participando, debatiendo y obligadamente seguir pensando incansablemente todas las estrategias posibles que nos conduzcan al desarrollo económico, político y social de nuestra Argentina.

“Sabemos a donde vamos, y sabemos a donde no queremos ir o volver. Vengo a proponerles un sueño, quiero una argentina unida, quiero una argentina normal, quiero que seamos un país serio pero además quiero un país más justo, anhelo que por este camino se levante sobre la faz de la tierra una nueva nación.” Presidente Nestor Carlos Kirchner 25 de Mayo del 2003.

Santiago, 15 de octubre de 2020

Después de casi un siglo, Chile se encuentra nuevamente ante la posibilidad de establecer un momentum constituyente proveniente desde el Pueblo. Luego de varios intentos fallidos en su historia (1823, 1828 y 1925) ¿acaso el Pueblo chileno será capaz de sortear la reticencia de los agentes conservadores o los mecanismos de auto defensa que tienen las instituciones políticas? Es que los procesos de cambio son dolorosos, críticos y paradójicos. Hoy no es la excepción., pues doloroso ha sido el levantamiento civil para dar una bofetada al durmiente Chile post dictadura, crítico en un sentido abrupto y emergente, paradójico por lo que está en juego, si bien se impuso el llamado a desplazar los enclaves pinochetistas, los efectos perversos del “Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución” hacen dudar si realmente es lo que queríamos, alerta a la conformidad y brota la sospecha. Pero, sin duda, el plebiscito para una nueva Constitución sigue entregando esa cuota de esperanza que impele a construir una sociedad más justa.

Ahora bien, ¿qué está en juego hoy?, ¿por qué el llamado a desplazar la Constitución del `80? La Constitución chilena es extremadamente autoritaria y sustenta principios del neoliberalismo, expresados en el principio de subsidiariedad, es decir, que el Estado no puede interferir en el ámbito de la economía, pues eso es exclusivo del Mercado. Su cariz autoritario se manifiesta en el excesivo presidencialismo –sistema de gobierno presente desde la construcción del Estado nacional en Chile- del régimen político y que ciertos derechos civiles como el derecho a reunión no están garantizados, en tanto, su lado neoliberal se expresa en que no garantiza derechos sociales, como el derecho a la educación, la salud y las pensiones, todos ellos privatizados en los años ´80s, pocos después de redactada la Constitución. Es por ello, que ninguno de los gobiernos de la Concertación por la Democracia pudieron modificar sustancialmente las instituciones pinochetistas, aunque también, cabe señalar que, muchas veces, tampoco tuvieron voluntad política para llevar adelante esa tarea. De hecho, según registros obtenidos por el analista de datos, Fernando Becerra, entre el año 2002 y 2020, solo el 6% de los proyectos de reforma constitucional fueron aprobados en el Congreso Nacional de un total de 1.009 proyectos presentados. Lo cual desmiente un proceso reformista de la Carta Fundamental.

Para entender el siniestro origen de la Carta Fundamental chilena, debemos remontarnos al momento del golpe militar. Como ha quedado consignado en varios documentos, el fin último de dicho golpe no fue solamente acabar con el experimento de la Unidad Popular, sino que arrasar de raíz con todo vestigio del Estado de Compromiso que se había venido construyendo en Chile a partir de los años ´30s. La destrucción de la Constitución de 1925 (vigente hasta ese momento), y la idea de promulgar una nueva, deja de manifiesto que los golpistas no solo buscaban terminar con el proceso de democratización comenzado con el gobierno de Eduardo Frei Montalva y profundizado con el de Salvador Allende, sino que desmantelar todo el modelo económico y social. Según se consigna en el texto “El Ladrillo”, que fue la base para instalar el modelo neoliberal, había que abolir todos los derechos sociales que, a través de los años y con tanto sacrificio, se habían instalado en la sociedad. Son esos mismos derechos por los que salió a luchar la población en octubre del año pasado: el derecho a una salud digna, a pensiones dignas, educación de calidad, entre muchas más. Ese ha sido el principal eslogan de los manifestantes, la lucha por la dignidad, la que fue arrebatada con el golpe de Estado.

Quizás al comienzo del estallido social muchos de los manifestantes no tenían conciencia de que sus demandas estaban estrechamente relacionadas con el texto constitucional, pero, al poco andar, quedó claro que estos derechos sociales y reivindicaciones no podrían tener respuesta si no se hacían sustanciales cambios a la Constitución diseñada en dictadura y en cuatro paredes como fue la Comisión Ortúzar, y eso derivó, finalmente, en el actual proceso constituyente que el próximo 25 de octubre nos llevará a un plebiscito de “entrada”, donde el electorado tendrá que decidir si “Aprueba” o “Rechaza” la redacción de una nueva Constitución y, en una segunda papeleta, se le consultará cuál será el mecanismo más adecuado para llevar a cabo esa tarea: si es una Convención Mixta, es decir, un órgano colegiado compuesto por un 50% de ciudadanos electos y 50% por parlamentarios en ejercicio; o si es una Convención Constitucional compuesta en un 100% por ciudadanos y con paridad de género.

De materializarse los resultados que pronostican todas las encuestas, es decir, el triunfo del “Apruebo” y de la Convención Constitucional, sería la primera vez en la historia de Chile que el país se otorga una Constitución proveniente desde la demanda social y diseñada por la misma, sin intermediación de las armas ni la tutela de la FF.AA o por la coacción. Sería la oportunidad, finalmente, de dar por cerrado el legado dictatorial de Pinochet.

Fuente:
Becerra, Fernando (octubre, 2020): “Proyectos de reforma a la Constitución de Chile”. www.fernandobecerra.com

Luis Gonzalo Trigo
Cienstista Político

Cristián Martínez
Cientista Político

Hace unos días, en Chile, fue promulgada la Ley de retiro del 10% de los ahorros previsionales con el fin de aliviar los bolsillos ciudadanos, ante la crisis económica que trajo consigo la pandemia mundial. Sobre dicha política, surgen algunas preguntas como ¿cuál es la relevancia de la promulgación de esta Ley?, ¿qué nos puede decir de las condiciones sociopolíticas actuales y pasadas? Y ¿será, acaso, el comienzo del fin del modelo de administración de fondos de pensiones chileno (AFP)? Para dar respuestas a esas interrogantes, es inevitable tomarse la temporalidad como algo importante, puesto que pensar en un posible escenario futuro no podemos distanciarnos del pasado y el presente.

Un poco de historia sobre el modelo de pensiones chileno

El modelo actual de administración de fondos de pensiones en Chile surge con el Decreto de Ley Nº 3500, de noviembre de 1980, entrando en vigencia en mayo de 1981. El DL 3500 fue creado en plena dictadura militar de Augusto Pinochet, cuyo mentor fue José Piñera Echeñique, hermano del actual Presidente Sebastián Piñera.

José Piñera, quien era en ese momento el Ministro del Trabajo y Previsión Social, lideró el anteproyecto que buscaba cambiar el antiguo modelo de ahorro previsional basado en un fondo común de reparto, es decir, los trabajadores activos financiaban a los pasivos, al mismo tiempo que el Estado aportaba el 30% del fondo. A uno de capitalización individual obligatoria administrado por aseguradoras con fines de rentabilización, con base en la inversión en el sistema bursátil, en suma, los ahorros pasaron a ser administrados por especuladoras del sistema financiero, las cuales usaban esos fondo obteniendo rentabilidad y cobrando comisiones por la administración de los fondos por cada uno de los trabajadores.

Este cambio de modelo se enmarcaba en el proceso de ajustes estructurales de corte neoliberal en el país y en un proceso de cambio institucional, de hecho, se promulgó al mes del plebiscito que cambiaría la Constitución Política chilena, que hasta hoy sigue vigente y otorgándole una “legitimidad” institucional a la dictadura de Augusto Pinochet. Este ajuste estructural en el sistema de pensiones, vino a profundizar el conjunto de medidas del “experimento” neoliberal económico en Chile convirtiéndose en la promesa incumplida del paraíso latinoamericano.

Desde su promulgación, el DL 3500 ha, tenido diversas modificaciones o reformas, sin embargo la reforma más compleja y de mayor impacto fue en el año 2004, en el periodo del Presidente Ricardo Lagos. Proveniente del Partido Socialista, fue un acérrimo crítico de la dictadura militar, pero en la historia práctica, su Gobierno significó la profundización del modelo neoliberal. El año 2004 implementó una reforma al sistema de pensiones introduciendo los multifondos de ahorro previsional, permitiendo diferenciar fondos de ahorro según nivel de riesgo de inversión en el sistema financiero (fondos A,B,C,D y E, siendo el A el más riesgoso); además, introdujo un cambio en la fórmula de cálculo de asignación de las pensiones, es decir, una vez jubilándose un trabajador/a se le distribuía el pago de pensión calculando una expectativa de vida, que antes del 2004 era hasta los 85 años, ahora a 110 años de edad, bajando considerablemente el monto de las pensiones. Asunto que hasta hoy pesa en los bolsillos de la clase trabajadora chilena.

En el año 2000, el diario conservador, “El Mercurio”, titulaba: “Chilenos Se Pensionarían con El 100% de su Sueldo el 2020” [sic]. Asunto que hoy aún se espera. De hecho, en año 2013, la Superintendencia de Pensiones, órgano gubernamental contralor del sistema, afirmaba que a casi 30 años de instaurado el modelo de pensiones el promedio de jubilación era de 179 mil pesos chilenos, cerca de $230 USD actuales. Lo anterior conllevó a una movilización masiva de distintas organizaciones de la sociedad civil, llamando al fin del modelo de AFPs (Administradoras de Fondos de Pensiones), constituyéndose, así, el movimiento No + AFP. Hasta hoy realizan movilizaciones transformándose en una coordinadora no solo de presión, sino también propulsora de propuestas de reforma al modelo.

Las condiciones socio-políticas

El modelo neoliberal chileno ha sido profundizado desde los primeros ajustes estructurales en la década del `80 hasta la fecha. Ni las promesas de cambio desde las alas más “progresistas” de los Gobiernos de la Concertación de Partidos por la Democracia ni su versión 2.0 de la Nueva Mayoría han dado un paso fuerte y confrontacional al modelo. Que Presidentes hayan provenido de partidos políticos autodenominados “socialistas”, nunca significó un proyecto efectivamente socialista, de hecho han propiciado la profundización del modelo, entonces cabe destacar que en el imaginario social no pueda hablarse de gobiernos de izquierdas, esto ha sido solo un espejismo construido en la arena partidaria y en la “politiquería” de poca monta.

No fue hasta fines del año 2019 que la sociedad chilena puso en jaque a la política tradicional con un estadillo que convocó hasta en los confines del territorio y se hizo escuchar a nivel internacional. Esto es relevante, puesto que vino a reconfigurar toda la escena política y se convirtió en un despertar transversal que al parecer solo es el comienzo. No quisiera detenerme acá, pues requiere un análisis con mayor profundidad, pero cabe considerar que la revuelta social, dura y pura, propició un escenario oportuno para cambios estructurales, como una coyuntura crítica no institucional. Transformándose en la evidencia de que los cambios son posibles cuando los patrones de comportamiento de las instituciones políticas no se ensamblan con los patrones de comportamiento de la sociedad, generando el espacio para que esas instituciones queden obsoletas, atrasadas.

En ese contexto, la ciudadanía chilena ya no volvería ser la misma, por lo menos eso parece. Quedó demostrado que 30 años de movilizaciones fragmentadas, marchas pacíficas, carnavalescas, no fueron suficientes para remecer el entramado institucional, el que ha ido generando mecanismos de autorrefuerzo para mantenerse en estabilidad, ¡a toda costa! Tuvo que venir la revuelta, el alzamiento con fuerza de catástrofe para que se escucharan las demandas sociales.

No solo el entramado institucional quedó en jaque, sino también la arena partidista que vio su zona de confort destruida, o al menos dañada, obligándolos, medios atontados, a reaccionar de alguna forma. Los partido políticos que “representan” el ala de izquierdas y centro se vieron cuestionados (hasta ahora), no vieron el golpe, evidenciaron su endeble estructura profundizando las grietas internas, fracturándola, casi en un sentido ontológico: ¿qué somos? ¿qué hemos hecho? ¿hemos representado a quienes hemos llamado representados?

En ese contexto se llegó al 2020, el escenario de crisis política se agudizaba, se empujó a punta de protestas y barricadas a un cambio estructural. Se veían resultados, la política se vio acorralada, se empujó a un cambio profundo que implicó instalar en la agenda institucional el cambio de Constitución, el llamado a plebiscito. Todo viento en popa para la ciudadanía que buscaba cambios, todo negro para la clase política que se afirmaba de lo que podía para no terminar occisa. Hasta que llegó la pandemia, salvataje milagroso para un Gobierno que en las cuerdas recibía ganchos mortales, a pesar de la fuerte represión estatal.

El decreto de emergencia sanitaria confinó a las movilizaciones a sus casas, sacó de la calle la lucha social, convirtiéndose en un respiro para un Gobierno que estaba siendo, en una analogía futbolística, goleado en el primer tiempo. Sin embargo, la crisis social estaría lejos de irse. Ante el confinamiento y el cierre del comercio, por ende, cesantía, solo evidenció la debilidad del modelo económico chileno: un estado mínimo, sin capacidad de contención económica. La política del bono, de las cajas de mercadería paupérrimas, dio a luz un grito desesperado de contención real que hasta ahora no ha llegado.

Debido a la deficiente respuesta desde el Gobierno ante la crisis, fue desde la Cámara de Diputados que surgió el proyecto de retiro del 10% de los fondos de pensiones de cada trabajador/a. Iniciativa impensable por la clase política que creía y veía intocable esos fondos de pensiones ¡era impensable! La iniciativa tuvo apoyo popular, a contra todo pronóstico se aprueba en la Cámara de Diputados consiguiendo incluso votos favorables de diputados oficialistas. Cuestión que cambiaría el eje de fractura de comienzos del 2020, es decir, si las izquierdas venían fracturadas, en pandemia, la derecha nacional comenzaría a revelar sus propias grietas. Recibido el proyecto en la Cámara del Senado, se aprobó con votos de senadores oficialistas, un “K.O”. para el Gobierno y los partidos oficialistas. ¿Cuándo iban a pensar que se lograría crear una ley (aunque fuera transitoria) que “tocara” el modelo de pensiones? Entonces, en ese contexto, si bien es cierto que el retiro de las capitalizaciones individuales no significó el fin del sistema de pensiones, pero se transformó en una bandera de lucha contra lo establecido. Que se aprobara la Ley de retiro del 10%, significaba generar una fisura, una señal fuerte de que este sistema no es intocable. Finalmente, el 22 de julio se apruebó con un súper quórum (dos tercios de la Cámara del Senado) el retiro de los fondos. Golpe para el Gobierno y para el ala partidaria oficialista.

El comienzo del fin, ¿el fin de qué?

La proyección en política es débil, aunque se cuente con un gran número de datos y factores. De todas formas, intentar mirar el futuro es tentador.

La aprobación de la ley de retiro de fondos de pensión vino acompañada de celebraciones (desde la casa claro), cacerolazos y gritos de festejo en todo el territorio nacional. ¿Qué se vislumbraba en ese momento?, ¿cuál era y es la sensación al respecto? Creo que son tres cosas en cuanto al futuro:

Primero, la aprobación del retiro de fondo significa generar una fisura al sistema de pensiones. Un mensaje directo diciendo “no todo está dicho”, quizás Fukuyama le tiemblan los dientes con esto, pero el modelo basado en AFPs tirita y ve como sus regalías (para quienes especulan) corre peligro. Nunca se ha estado tan cerca (y ni tan cerca tampoco, mantengamos la prudencia) de poner en jaque a las aseguradoras y de quienes han defendido con dientes y uñas el sistema instaurado en el periodo de Pinochet. No cabe duda que la tendencia es a una reforma, ¿el plazo? no es posible asegurarlo, todo depende de lo que provenga del plebiscito de octubre de este año. Si gana el a favor del cambio de Constitución, más temprano que tarde vendrán tiempos de cambio estructurales.

Segundo, se viene una reconfiguración de la arena partidaria. La actual es insoportable. Los partidos de centro e izquierdas no cumplieron con su rol de representar las demandas sociales y presentar un programa que reestructure el modelo neoliberal que tanto han reclamado, sino tuvo que provenir desde la ciudadanía, como mandato popular. La izquierdas y socialdemócratas tienen una chance más de sobrevivir, nuevamente aparece, el horizonte del plebiscito, la oportunidad de aglutinar las demandas sociales y llevarlas a cabo. Por otro lado, los partidos oficialistas y conservadores no se ven con buen futuro, seguro dejaran de ser Gobierno por un largo tiempo, se fragmentarán hasta que surja un nuevo liberalismo que se adecúe a una sociedad post materialista. No se puede estar completamente que el Gobierno deslegitimado, inclusivo por sus pares políticos, logre terminar su periodo, al menos aparece la duda por pequeña que sea.

Tercero (no final, evidentemente) es el comienzo del fin del estatus quo, no sabemos si es mejor o peor, sin embargo el actual modelo es insostenible. El discurso más rupturista y optimista proveniente desde las calles afirman que el experimento neoliberal salvaje morirá donde nació, es decir, en Chile. Aún nada está dicho, sigamos observando atentos, quizás cuándo vendrá el golpe de gracias

Fuentes:

  • Diario El Mercurio, sección Economía y Negocios, cuerpo B. 4/2/2000
  • “Historia del Decreto de Ley Nº 3500”. Biblioteca del Congreso Nacional. www.bcn.cl
  • Diario La Tercera online: “La historia del movimiento que convocó a miles de chilenos”. 25/7/2016. www.latercera.cl

Luis Trigo Soto
Cientista Polìtico,
Mg. en Investigación en Ciencias Sociales.